Una mente prodigiosa by Sylvia Nasar

Una mente prodigiosa by Sylvia Nasar

autor:Sylvia Nasar [Nasar, Sylvia]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Memorias
editor: ePubLibre
publicado: 1998-06-11T22:00:00+00:00


34

EN EL OJO DEL HURACÁN

Primavera de 1959

Era como en un tornado: quieres retener lo que posees; no quieres perderlo todo.

ALICIA NASH

A pesar de la aparente euforia de Alicia en la fiesta de Nochevieja, su estado de ánimo durante los meses precedentes había sido cualquier cosa menos despreocupado. Desde el regreso de su viaje por Europa, la visión soñadora que había tenido de su nueva vida había dejado paso a una perspectiva más sombría y pesimista. Ella y Nash se habían mudado a West Medford, una pequeña ciudad industrial al norte de Cambridge, y Alicia se sintió apartada y aislada. Su objetivo de desarrollar una carrera profesional parecía más lejano que nunca, experimentaba sentimientos contradictorios en relación con su embarazo y las esperanzas iniciales de que aquella circunstancia los acercara a ella y a John se vieron frustradas, pues su marido se había vuelto, si cabía, más frío y distante. A medida que el clima se hacía más frío y los días se acortaban, se fue sintiendo cada vez más abatida, inquieta y sola, hasta el punto de llegar a pensar en consultar a un psiquiatra.[1]

Todo aquello había sucedido antes del Día de Acción de Gracias; a partir de entonces, la conducta de Nash pasó a ser el principal motivo de angustia de Alicia, en lugar de su propio desánimo. En varias ocasiones la acosó con extrañas preguntas cuando estaban solos, ya fuera en casa o en el coche:

—¿Por qué no me lo cuentas? —le preguntaba en tono alterado y colérico, sin referirse a nada en concreto—. Dime lo que sepas.[2] Se comportaba como si ella estuviera en conocimiento de algún secreto y no lo quisiera compartir con él. La primera vez que le dijo aquello, Alicia pensó que Nash sospechaba que tenía una aventura, pero cuando se lo repitió, se preguntó si no era posible que quien tuviera la aventura fuera él, lo cual explicaría su reserva y su aire ensimismado, que cada vez eran más pronunciados: ¿no era posible que acusándola a ella tratara de desviar la atención de sí mismo?

Cuando llegó el Día de Año Nuevo, que también era el de su vigésimo sexto cumpleaños, Alicia ya estaba segura de que «algo iba mal».[3] La conducta de Nash se había vuelto cada vez más peculiar: podía estar irritable e hipersensible en un momento dado y mostrarse misteriosamente reservado un instante después. Se lamentaba de que «sabía que estaba sucediendo algo» y de que lo «espiaban», y pasaba noches en vela escribiendo extrañas cartas a las Naciones Unidas. Una noche, después de que Nash pintara todas las paredes del dormitorio con puntos negros, Alicia le obligó a dormir en el sofá de la sala de estar.[4]

Alicia, alarmada, buscaba explicaciones en la vida cotidiana. Su primer pensamiento fue que John estaba exageradamente preocupado por la decisión inminente sobre su titularidad. Sospechó que la perspectiva de tener un hijo, con todas las nuevas responsabilidades que comportaba, era otra fuente de presión, y también se preguntó si el hecho de haberse casado



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