Una madre by Alejandro Palomas

Una madre by Alejandro Palomas

autor:Alejandro Palomas [Palomas, Alejandro]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Novela, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 2014-01-01T05:00:00+00:00


Seis

—Vaya, vaya, vaya —dice tío Eduardo de repente, soltando una carcajada seca que a punto está de convertirse en tos. Olga y Emma se vuelven a mirarle y yo regreso a la mesa de golpe, despidiéndome de lo que no es ahora—. Así que embarazadas, ¿eh? Qué callado os lo teníais, bribonas —dice, meneando la cabeza y sacudiendo el índice como un maestro socarrón.

Olga intenta un amago de sonrisa que es pura tensión.

—Correcto —dice. Los demás no decimos nada. Mamá sigue encerrada en el baño, tarareando, a lo suyo.

—Ah, la maternidad —vuelve a la carga tío Eduardo, poniendo los ojos en blanco y chasqueando la lengua—. Qué maravilla sentir una vida dentro —dice, y se pone la mano en el vientre—. El milagro de la naturaleza. Sin duda una de las cosas más hermosas que pueden ocurrirnos.

«Ay».

Silvia se tensa un poco y encoge los hombros. Luego inclina la cabeza y esboza una sonrisa pétrea.

—Sí, tío —le suelta—. Todavía nos acordamos de cuando te quedaste embarazado de los trillizos y fuimos a verte al hospital.

Tío Eduardo la mira y suelta una carcajada que retumba contra los cristales a su espalda.

—Desde luego, hay que ver lo quisquillosa que estás esta noche, criatura —dice—. Cualquiera diría que has desayunado clavos. Ni que te hubiera dejado el novio.

Silvia no sonríe. Pone los ojos en blanco y con cara de poca paciencia suelta:

—Si es que parece que no te oigas, tío. Yo no sé cómo te las ingenias, pero siempre da la casualidad de que te ha pasado todo a ti —añade con un tono más neutro—. Tío Eduardo siempre es más, siempre sabe más. Si tú tienes tres, él tienes seis. Si tú has subido una montaña, él ha escalado el Everest. Si te tuerces el tobillo, a él le ha atropellado un tráiler. Si Emma y Olga se quedan embarazadas, él es experto en maternidad porque, claro, ha parido a siete novias para siete hermanos. Y si ellas han decidido guardarlo en secreto porque… porque les ha dado la gana y querían darnos una sorpresa, seguro que él, el omnipresente tío Eduardo, el que dobla todas las apuestas porque sabe más, tiene más, piensa más y puede más, tiene también una sorpresa que darnos, cómo no. Y mejor, claro. —Tío Eduardo la mira con una sonrisa de suficiencia, pero no dice nada, porque justo en ese momento mamá sale del baño y se acerca a la mesa con cara de alivio y felicidad. En la radio suena una melodía que conozco y que termina con un: «Son las once. Noticias».

—¿Otra sorpresa, Eduardo? —dice, quedándose de pie detrás de Olga, a la que pone las manos sobre los hombros—. Ay, no me asustes.

—No, mamá —dice Silvia soltando un bufido que acompaña con una bocanada de humo gris—. Era solo un decir.

—Ah —dice mamá, con su sonrisa de anfitriona perfecta—. Muy bien. Pues si os parece voy a servir la crema.

Emma se levanta enseguida, dispuesta a ayudarla, mientras tío Eduardo suelta una risilla satisfecha desde su cabecera de la mesa.



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