Una historia de policías (Spanish Edition) by Esteban Navarro

Una historia de policías (Spanish Edition) by Esteban Navarro

autor:Esteban Navarro [Navarro, Esteban]
La lengua: spa
Format: epub
editor: Publisher
publicado: 2017-01-19T23:00:00+00:00


22

Joaquín y yo nos quedamos solos, en silencio. La situación no podía ser más rocambolesca. Un muerto de tres disparos. Un escáner en el pasillo. Y el culpable había salido a buscar el coche propiedad del cadáver. Si en ese instante Antonio hubiera hecho una llamada anónima a la comisaría para decir que en el despacho de Policía Científica había dos policías con un muerto, el inspector de seguridad ciudadana del turno de noche hubiera subido y nosotros habríamos tenido que responder a muchas cuestiones. Afortunadamente éramos policías y el inspector no objetaría nada a lo que le dijéramos. Pero, me dio por pensar que si Antonio llamara al juez de guardia y le contara que en la primera planta de la comisaría de la policía nacional había dos agentes tratando de deshacerse del cuerpo de un asesinado a tiros, entonces la cosa cambiaría. Por mi experiencia de estos años en la policía tenía claro que si alguna vez tuviese que destapar una trama de corrupción, o denunciar a un compañero, no lo dudaría ni un instante: me iría al juez de guardia. Pero una cosa estaba clara: Antonio no nos traicionaría. Y estaba convencido de esa aseveración porque el cadáver estaba con nosotros y las balas que contenía su cuerpo eran del arma de Antonio. Recapacité que era la primera vez, desde que nos conocíamos, que había dudado de su amistad. Y de su confianza.

—¿Qué piensas? —me preguntó Joaquín, sacándome de mis conjeturas.

—Nada. Que estoy deseando que acabe esta jodida noche.

—Y yo —replicó—. Vamos a bajar ese chisme a seguridad —me dijo señalando el escáner del pasillo.

—¿Y las balas?

Parecía que todo el esfuerzo para localizar los proyectiles en el cuerpo de Dull no había servido de nada. Antonio se había ido a buscar su coche y Joaquín se entretenía en retirar el escáner.

—Vamos por orden —respondió—. Mantener el escáner aquí, en el pasillo, supondrá más preguntas que habrá que responder mañana. El tema del coche de Dull también es importante —justificó la huida de Antonio—. Si la policía local o alguno de nuestros coches lo localiza en la calle, cuando se sepa que el gitano ha desaparecido, cuestionarán qué es lo que hacía su coche en una calle que no es la suya.

Asentí con un vaivén leve de mi barbilla. Joaquín cogió una pistola con pulverizador y echó bastante líquido, que olía a limpiacristales, por la cinta del escáner, pero también por el lateral del aparato. Con trozos que arrancaba de un rollo de papel de cocina se dedicó a limpiar, de forma tosca, todo el líquido que había esparcido. A simple vista quedó limpio, pero un análisis minucioso detectaría los restos de sangre del cuerpo de Dull, sin duda.

Entre los dos arrastramos el escáner, que con las ruedas se podía transportar bien, por el largo pasillo hasta llegar al ascensor. Lo metimos dentro del elevador sin tener cuidado de que se golpeara contra las paredes o que, incluso, rompiera el espejo. Ya nos había sido útil y ahora no nos importaba que dejara de funcionar.



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