Una educación mortal by Naomi Novik

Una educación mortal by Naomi Novik

autor:Naomi Novik [Novik, Naomi]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Fantástico
editor: ePubLibre
publicado: 2019-12-31T16:00:00+00:00


Me encanta sufrir crisis existenciales a la hora de meterme en la cama, es de lo más relajante. Me quedé despierta por lo menos una hora después de que sonara el último timbre, contemplando con furia la llama azul de la lámpara de gas junto a la puerta. Cada cinco minutos más o menos me decía a mí misma que abriera los puños y me pusiera a dormir, pero me resultó imposible. Me levanté para beber agua —supongo que a Aadhya le había sabido mal que no estuviera en mis cabales, así que me había acompañado hasta el baño para rellenar la jarra— e incluso intenté hacer los deberes de Matemáticas, pero aun así fui incapaz de quedarme dormida.

Había estado dándole la murga a mi madre para que nos uniéramos a un enclave desde que fui lo bastante mayor como para saber que, si los miembros de enclaves tan lejanos como Japón se presentaban en tu yurta para pedirte consejo, seguramente estuvieran deseando contar contigo entre sus filas. Tras el ataque del desollador, mi madre incluso fue a visitar uno. No quiso ni oír hablar del de Londres, pero tanteó un lugar antiguo de Bretaña especializado en curación. Una tarde me recogió del colegio y me dijo: «Lo siento, cielo, pero no puedo», y se limitó a sacudir la cabeza cuando le pregunté el motivo. Entonces le dije sin rodeos que, si algún enclave me aceptaba tras la graduación, me uniría a ellos, y ella se limitó a mirarme y dijo: «Harás lo mejor para ti, cariño, por supuesto». En una ocasión —aún me pongo enferma solo de recordarlo—, a los doce años, incluso le dije entre gritos y lágrimas que si me quisiera ya nos habríamos unido a un enclave, que lo que ella quería era que alguna criatura me devorara para que nadie la culpara por mi muerte y su perfecta reputación siguiera intacta. Tres mals me habían atacado aquella tarde.

Mi madre permaneció imperturbable frente a mí, pero luego se dirigió al bosque y lloró amargamente donde yo no pudiera verla, o al menos, donde yo no hubiera podido verla si no la hubiera seguido para continuar gritándole. Cuando la vi sollozar, volví a la yurta y me arrojé a la cama con los ojos inundados de lágrimas, decidida a dejar que el próximo mal que viniera a por mí se me llevara, porque era una hija horrible. Pero no lo hice. Quería vivir.

Todavía quiero vivir. Quiero que mi madre viva. Y no sobreviviré si sigo intentando hacerlo todo sola. Así que debería mostrarles a los demás mi poder y dejarles claro a todos los enclaves que estoy dispuesta a dejarme conquistar: el mejor postor se llevará el premio gordo, un arma nuclear para eliminar a los mals —o quitarse de en medio a otro enclave— y hacerse más poderosos. Para mantenerse a salvo.

Eso es lo único que quería Todd. Lo único que quería Magnus. Sentirse a salvo. No creo que sea demasiado pedir. Pero no es algo



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