Una dulce historia de mariposas y libelulas by Jordi Sierra i Fabra

Una dulce historia de mariposas y libelulas by Jordi Sierra i Fabra

autor:Jordi Sierra i Fabra
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Infantil, Juvenil
publicado: 2008-01-01T00:00:00+00:00


Capítulo 16

TIENE MIEDO…

Tiene miedo, pero no retrocede. O será que es el propio Veloz el que toma la decisión, ya que se ve en la necesidad de frenarle. Se acerca despacio por tres motivos: porque está oscureciendo y las sombras son siempre sospechosas, porque pueden ser salteadores de caminos, vulgares ladrones que le quiten la última esperanza para Zhai, y porque corre el riesgo de que le confundan a él con un peligro no deseado, y matarle sin darle tiempo a más.

Así que primero les observa desde una prudente distancia.

Son cinco hombres y nueve mulas. Las mercancías que cargan los animales se amontonan a un lado mientras ellos se reúnen alrededor de un agradable fuego en el que cocinan su cena. Parecen despreocupados y felices, hablan animadamente, elevan sus voces por encima de sus cabezas, el propio humo de su fogata advierte de su presencia desde muchos kilómetros a la redonda. Una isla en la tierra. Un oasis en el desierto.

Qin ya no retrocede.

De pronto le quedan pocas fuerzas, se siente roto, con su voluntad dirigida únicamente hacia su destino.

La precaución final consiste en llamar su atención.

—¡Buenas noches!

Las voces callan de golpe.

—¿Puedo acercarme?

—¿Quién eres? —tarda unos segundos en responderle una de ellas.

—Soy un caminante, con su asno. Estoy solo.

Se han puesto de pie. Poco a poco entra en su círculo luminoso y le identifican. Sigue hablando para dejarles absolutamente claras sus intenciones.

—He estado enfermo, necesitaba ver a alguien, comer algo…

Se detiene ante la partida, sin bajar de Veloz. El animal reconoce a sus nueve congéneres y mira hacia donde ellos están instintivamente. Huele e identifica el descanso, el agua y la comida.

—¿Cómo te llamas?

—Qin.

—¿De dónde vienes?

—De Xiantseyan.

—¡Estás muy lejos de tu pueblo, amigo!

No les revela el motivo de su viaje. Prefiere esperar, revestido de cautelas.

—¿Puedo acompañaros?

Los cinco hombres intercambian una mirada final.

—Claro. Eres bienvenido.

Se siente desfallecer. Más que bajar de Veloz se deja caer de su grupa. Todos los horrores de la fiebre, la soledad, la tormenta, los días transcurridos, se manifiestan con agonía ante la proximidad de un paréntesis de calma.

Ha tenido suerte.

Son hombres normales, como él.

Hombres normales en un mundo normal.

—Sólo necesito un poco de arroz, descansar, compañía humana…

—Ven, siéntate junto al fuego.

Uno le acompaña. Otro le pone un cuenco de arroz en la mano. Un tercero le da un buche con agua. Siente deseos de llorar.

El paraíso en la tierra se llama amistad.

Fraternidad.

—¿Y has venido desde Xiantseyan con tu asno?

—Sí —habla mientras mastica.

—No parece el mejor animal del mundo.

—Es fuerte —defiende a Veloz.

—¡Creo que sabe que cuando regreséis él irá encima y tu debajo!

Se ríen todos, con ganas. El mayor tendrá su misma edad y el más joven unos veintipocos. Dan muestras de hacer lo habitual, comerciar. Hombres avezados, duros, nacidos con la tierra. Por esa razón saben cuándo pueden hablar en voz alta de noche, qué montañas son peligrosas y qué valles amigables, en qué lugares puede recibirse a un caminante solitario y en cuáles no.

—¿Hacia dónde os dirigís?

—Vamos a Hanyang.

—¿Dónde está eso? —Piensa por un momento en unirse a ellos.



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