Un soplo de aire by Jessica Bird

Un soplo de aire by Jessica Bird

autor:Jessica Bird [Bird, Jessica]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Erótico, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2005-01-01T05:00:00+00:00


capítulo 9

Cuando Nate bajó a la cocina al día siguiente a las cinco de la mañana, estaba pensando preparar una salsa especial para la ternera.

Durante los dos últimos días, había perdido su sentido del humor y la capacidad para dormir toda la noche de un tirón; sólo concentrándose en el trabajo lograba olvidarse de ella un rato.

Maldición. No podía sacársela de la cabeza. No sabía si quería gritarle, suplicarle o agradecer a Dios que hubiera decidido poner un muro entre ellos. Y su visita de la noche anterior, mientras se bañaba desnudo, había sido el colmo.

Porque el agua en contacto con la piel desnuda es muy parecido a la caricia de las manos de una mujer. Especialmente, cuando la mujer a la que uno desea está sentada enfrente. ¡Como si necesitara un recordatorio de que estaba desesperado por ella!

Aunque ella estaba decidida a mantenerse alejada, él no podía acabar con aquella atracción.

En primer lugar, la veía cada día y, en segundo lugar, compartía el cuarto de baño con ella y, cada vez que se daba una ducha, se la imaginaba desnuda, enjabonándose con la misma pastilla que él utilizaba sobre su cuerpo.

Menos mal que todo aquello acabaría pronto, pensó Nate mientras entraba y abría la puerta de la cámara. Su amigo había vuelto a Nueva York para buscar otro sitio. Y, aunque no lo encontrara, él se marcharía de allí.

Al entrar en la cámara, vio un tomate en una esquina. Al ir a cogerlo, se le espachurró en la mano. Estaba totalmente podrido; probablemente llevaba allí varias semanas.

Aquello era totalmente inaceptable.

Debería haber limpiado aquello de arriba abajo en el momento en el que se hizo cargo de la cocina; pero había estado demasiado ocupado con otras cosas.

Como con la fijación por su jefa.

Le llevó más de media hora vaciar la cámara y, cuando acabó, la cocina parecía el mercado. Limpió todos los recipientes y desinfectó el suelo y los estantes con lejía.

Estaba limpiando el último recipiente, cuando escuchó la voz de Joy a sus espaldas.

—Dios mío, ¿qué ha pasado aquí?

«Tú hermana y su empeño en que la deje sola».

—Me sorprende que hayáis pasado la inspección de sanidad. Este lugar necesita que lo limpien a fondo.

Joy se apoyó en la encimera.

—¿Puedo ayudarte?

—Sal a darle los buenos días a Stu —dijo él mirando hacia la ventana, señalando a la camioneta que acababa de aparcar—. Ha llegado muy temprano.

Stu y Joy hicieron todo lo que pudieron para poner las verduras en lo que quedaba de encimera y, después, Joy fue a la oficina para prepararle el cheque.

Stu acababa de marcharse cuando escucharon pisadas.

—Frankie debe haberse levantado —dijo Joy, mirando al techo.

En aquel momento, un hombre en bata irrumpió en la cocina.

—Hay una anciana en nuestro dormitorio y tiene a mi mujer acorralada.

—Oh, no, la abuela —Joy se dirigió hacia las escaleras—. Lo siento. Es totalmente inofensiva.

—¡Tiene un martillo!

Nate fue detrás de ellos, pero Joy lo detuvo.

—Es mejor que yo me ocupe de esto.

Estaba tan segura de sí misma que él le hizo caso.

Nate volvió a ocuparse de la limpieza.



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