Un puñado de crímenes by Ferguson Finley

Un puñado de crímenes by Ferguson Finley

autor:Ferguson Finley [Finley, Ferguson]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 1956-01-01T00:00:00+00:00


XII

Cinco o seis minutos después regresó Judy a la mesa, con los ojos como platos, tratando de disimular que se sentía molesta. Me puse de pie, inclinándome un poco.

—Bienvenida a casa, noviecita —le dije, un poco demasiado fuerte—. ¿Te encuentras mejor ahora? No has cambiado mucho. Bailemos —luego, en voz más baja—: mantén una charla continua y cualquier cosa que tengas que decirme, dilo entremezclado con la charla. La sección local de los pájaros vigías ya ha tomado su puesto. Uno de ellos te está vigilando —nos alejamos entre las vueltas de un vals.

Judy echó la cabeza hacia atrás, rió y cantó el estribillo de la pieza que estaban tocando. En su canto dijo:

—Apuesto a que no sabes qué me dijo esa chica en el toilet, trala, trala, trala.

—Tra, la, la, la, la —canté—, te dijo: Hola Billy Mataze.

—Estuve a punto de salirme de mis casillas, traía, la, la, la, luego me preguntó cómo te había descubierto y si había conseguido el… do-re-mi-fa sol-la-si-do.

—¿Y qué le dijiste cuando te preguntó eso, maravillosa, maravillosa Judy?

—Le dije que lo había hecho todo mucho mejor y que te había traído a Boston conmigo.

—Uno, dos, tres, allá vamos, el tío Don y Judy. Ella ha vuelto a su mesa y está conversando con los otros. Presumo que debemos actuar rápidamente; la música está a punto de terminar —realizamos un fantasioso final, sonreímos a la concurrencia y volvimos velozmente a la mesita en busca de más champaña. Advertí que uno de los compañeros de la chica se había dirigido hacia el guardarropa.

—Nena —dije con un tono de voz que podía ser escuchado por todo el que quisiera escuchar—. Te aseguro que estoy contentísimo de haberte encontrado. Toma un poco más de este delicioso champaña, nenita, antes de que me lo tome todo. El champaña es bueno para tu estado de ánimo, nena, y yo quiero que estés en buen estado de ánimo. El viejo Donald está muy bien esta noche y no piensa darte las buenas noches hoy, nenita.

Sentí un agudo pellizco en mi brazo, pero nada extraño ocurría salvo una tonta expresión en el rostro de Judy. Le devolví el pellizco. Ella apoyo la cabeza en mi hombro y susurró:

—Te pellizcaré hasta dejarte marcado, viejo chivo, si no dejas de llamar la atención de esa manera —luego, levantando la voz—: ¿De dónde sacaste un nombre como ése: Donald Ivy? Es un nombre absurdo. No debe ser tu verdadero nombre; seguro que lo has inventado.

—Es mi verdadero nombre, el que me dieron cuando nací, nena, es la verdad —dije. El mozo volvió a llenar las copas—. Entonces, bebamos por todos los Ivys, toda clase de Ivys[1]. ¡Que trepen por muchos años! —cubrí sus hombros con mi brazo—. Y yo soy de las hiedras que se adhieren, nena, y me voy a negar a ti. ¡Hurra! Toma otro trago, pequeña. Pronto será hora de ir a la cama —alguien en la mesa vecina se levantó y se alejó.

—Creo que eres más bien de la clase trepadora —dijo Judy—.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.