Un oasis de placer by Susan Mallery

Un oasis de placer by Susan Mallery

autor:Susan Mallery
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Romántico, Novela
publicado: 2005-12-31T23:00:00+00:00


Daphne se sentía como si hubiera alguien golpeando una sartén de hierro en el interior de su cabeza.

Lo cierto era que le dolía todo el cuerpo.

¡Pero lo que más le dolía era la cabeza!

Además, estaba muerta de hambre y tumbada en una cama. Ella no recordaba haberse tumbado en la cama. Lo cierto era que no recordaba nada excepto...

Caballos.

Había estado montando a caballo, se había enfadado con Murat y se había ido al galope, decidida a no hablar con él nunca más y, de repente, se había encontrado volando por los aires...

Daphne abrió los ojos y se encontró con que estaba en su habitación del harén. Miró a su alrededor y dio un respingo al ver a un desconocido dormitando en una silla junto a su cama.

Se trataba de un hombre alto y moreno que llevaba el pelo revuelto y no se había afeitado.

Daphne comprobó que eran las dos de la madrugada. Girar la cabeza hacia el reloj le había producido un espantoso dolor, así que volvió a apoyarla sobre la almohada y se quedó mirando al desconocido.

De repente, se dio cuenta de que era Murat.

— ¿Murat? —murmuró.

¿Era posible? Desde lo que lo conocía, jamás había visto a Murat así, siempre lo había visto impecablemente vestido. ¿Qué hacía con aquella pinta y dormitando en una silla?

Daphne le rozó la mano y Murat se despertó al instante.

— ¿Daphne?

—Hola.

Murat se echó hacia delante y la miró con ansiedad.

— ¿Cómo te encuentras? Supongo que te dolerá la cabeza. Tienes que tomarte la medicación que ha dejado el doctor para ti y, si tienes hambre, puedes comer, pero muy poquito el primer día. No te puedes levantar. Ya sé que eres una testaruda, pero insisto en que sigas a rajatabla los consejos del doctor. Tienes que descansar durante un par de días. Al final de la semana podrás volver a hacer tu vida normal. No voy a aceptar un «no» por respuesta —le advirtió.

A pesar de que le dolía la cabeza, Daphne no pudo evitar sonreír.

— Siempre dando órdenes, ¿eh?

—Perdona, yo sólo quiero que te pongas bien —contestó Murat tomándole la mano entre las suyas y besándole los dedos.

Aquella dulzura hizo que a Daphne le entraran unas tremendas ganas de llorar, lo que le hizo plantearse que el golpe que se había dado en la cabeza debía de haberle dañado el cerebro.

— ¿Cuánto tiempo he estado inconsciente?

—Treinta y cinco horas —contestó Murat.

—Vaya. ¿Qué pasó?

—Te caíste del caballo.

—De eso, me acuerdo —contestó Daphne tocándose la frente—. Supongo que debí de caer de cabeza.

—Así es. Tenía miedo de que te hubieras hecho algo más, pero no es así. No te has roto nada ni tienes lesiones internas.

Daphne lo miró y le acarició la mejilla.

—Tienes un aspecto terrible.

—Ha sido por una buena causa —sonrió Murat.

—Pero si llevas la misma ropa que cuando salimos a montar a caballo —se extrañó Daphne.

—Sí...

— ¿No te has duchado ni afeitado desde entonces?

—No, quería estar contigo.

—No te entiendo.

—No me he separado de ti desde que llegamos del hospital —le explicó Murat.

— ¿Y



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