Un mundo de ensueño by Nicholas Sparks

Un mundo de ensueño by Nicholas Sparks

autor:Nicholas Sparks [Sparks, Nicholas]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2022-09-20T00:00:00+00:00


28

Pasearon hasta llegar al arroyo, pero esta vez Beverly no se metió en el agua con Tommie. En lugar de eso, después de arremangarle los pantalones y quitarle los zapatos y los calcetines, tomó asiento en la maleza baja próxima a la orilla. Tommie sujetaba el tarro mientras vadeaba lentamente la suave corriente.

—Antes de atrapar alguno, no olvides de poner agua del arroyo en el tarro.

Tommie cogió agua con las manos y llenó el tarro hasta el borde.

—Quita un poco de agua. Está demasiado lleno y no te cabrán los renacuajos.

Hizo lo que le indicó y luego volvió a la pesca de renacuajos. Intentó atrapar uno y se le escapó, pero luego apresó dos.

—¿Cuántos puedo meter?

Beverly lo pensó un poco.

—No estoy segura, pero son pequeñitos, así que puede que siete u ocho. Si puedes atrapar tantos, claro.

—Puedo atrapar tantos —respondió, y su confianza le infundió una ráfaga de calidez.

Tommie era su misión, su mundo, y lo había sido desde el día de su nacimiento. Intentó imaginar cómo sería cuando creciera. Sería guapo, no le cabía duda, pero se le escapaban otros detalles.

—¿Qué tal te ha ido en la escuela? ¿Habéis hecho algo divertido?

—Hoy hemos tenido arte. He hecho dibujos.

—¿Qué has dibujado?

—Nos dijeron que dibujáramos nuestra casa.

Beverly se preguntó cuál habría dibujado, si la antigua o la nueva, la casa donde vivían solos y estaban finalmente a salvo.

—¿Lo tienes en tu mochila?

Asintió con la cabeza agachada, desinteresado. Se inclinó más y atrapó otro renacuajo.

—Quiero verlo cuando volvamos a casa, ¿vale? ¿Me lo enseñarás?

Él volvió a asentir, ensimismado en su pequeña aventura, y Beverly recordó las horas que había pasado coloreando con él durante los meses previos a su decisión de marcharse. Nunca había sido una de esas madres que pensaban que todo lo que hacía su hijo demostraba lo dotado que era, pero Tommie se las apañaba bastante bien para permanecer en la media, lo que no dejaba de parecerle impresionante. También le enseñó los rudimentos de la escritura, de modo que cuando empezó la guardería era capaz de escribir su propio nombre y otras palabras sin su ayuda.

Debería de haberle comprado libros para colorear y lápices en la ciudad. Eso lo habría ayudado a adaptarse a su nueva vida, y ella sabía que lo necesitaba. Su sueño de la noche pasada revelaba que, a su manera, la de un niño, estaba tan estresado como ella. Odiaba que echara de menos a su padre, odiaba que seguramente no entendiera por qué habían tenido que salir huyendo. Se preguntaba cuántas semanas o meses transcurrirían antes de que él se diera cuenta de que, en adelante, solo estaban ellos dos.

Permanecieron en el pequeño arroyo otra media hora. En ese tiempo, Tommie atrapó ocho renacuajos. Todos estaban en el tarro, como alienígenas con sus extraños cuerpos titilantes. Beverly cerró la tapa y observó cómo Tommie se ponía los calcetines y las zapatillas. Ella le había enseñado a atarse los cordones el año anterior, aunque los lazos distaban mucho de estar rectos.

En el camino de vuelta, Tommie llevó el frasco sin despegar los ojos de los renacuajos.



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