Un lugar agradable y tranquilo by BEAGLE PETER

Un lugar agradable y tranquilo by BEAGLE PETER

autor:BEAGLE PETER [BEAGLE PETER]
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9788427015111
publicado: 2013-01-02T05:00:00+00:00


Capítulo 9

EN algún momento entre las dos y las tres de la madrugada, el señor Rebeck dejó de debatirse. «No hay manera», dijo mientras se levantaba, descalzo, en un torbellino de mantas y almohadas, e iba a la puerta abierta del mausoleo para considerar el asunto.

«No voy a pegar ojo esta noche —se dijo—, y hasta es posible que haya superado la necesidad del sueño. Tal vez nunca volveré a dormir. En fin, quizá no sea tan malo. Puedo pasar las noches pensando en los problemas de ajedrez realmente difíciles, esos que nunca he sido capaz de resolver, y quizá pueda aprender un poco de astronomía. Podría empezar ahora mismo.»

Sin embargo, no se movió. Se apoyó en el vano de la puerta, estremeciéndose agradablemente al contacto del frío hierro con su piel. El aire nocturno era cálido, incluso un poco húmedo, pero cada vez que amenazaba con estancarse una brisa lo turbaba, al igual que unos insectos minúsculos dan al traste con la dignidad de un estanque inmóvil al turbar levemente sus aguas. El cielo estaba oscuro pero sin nubes. El día siguiente iba a ser muy caluroso, con esa clase de calor que dura hasta mucho después de la puesta del sol, traicionando la noche. Los próximos días probablemente también serían calurosos. Los últimos días de julio en Nueva York es la época es que los días calurosos corren en jaurías.

«Lo malo es que si no he resuelto esos problemas de ajedrez en diecinueve años, no veo de qué servirá que lo siga intentando por las noches. Si fuese capaz de encontrar las respuestas, las habría encontrado hace mucho tiempo. Y lo mismo es aplicable al conocimiento de las estrellas. Jamás podría ser astrónomo, no tengo cabeza para eso. Sólo soy un farmacéutico que ha leído algunos libros. Desde que estoy aquí no he adquirido nuevos conocimientos. Me he limitado a recordar algunas cosas que me aburrían cuando vivía en un mundo diferente y me he cambiado de ropa cada día. Olvídalo, Jonathan, y vuelve a dormir. Y antes de que vayas a dormir ruega para que ningún dios bienintencionado jamás te haga inmortal.»

Dio media vuelta y regresó al mausoleo, pero no se acostó, sino que buscó algo a tientas en un rincón lleno de calcetines y extrajo su vieja bata roja y negra y sus desgastadas zapatillas de baño. Tras ponerse la bata y calzarse, volvió a salir y cerró la puerta de hierro a sus espaldas.

Pensó que iría hasta la puerta del cementerio, sólo por dar un paseo. Tal vez el cansancio de la caminata le ayudaría a dormir cuando regresara. Además, podría beber agua en el lavabo.

Así pues, se ciñó la bata con el cinturón alrededor de la delgada cintura y caminó por la hierba hasta notar la grava suelta de la Avenida Central deslizándose bajo sus zapatillas. Entonces recorrió el largo sendero, procurando, por la fuerza de la costumbre, hacer el menor ruido posible. No había luna que iluminara el camino, pero el señor Rebeck



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