Un año y medio by Sílvia Soler

Un año y medio by Sílvia Soler

autor:Sílvia Soler
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Realista
publicado: 2015-04-13T22:00:00+00:00


Suena Misirlou. La guitarra de Dick Dale. Se acaba la canción y arranca la versión de The Beach Boys. Y a continuación, la de la banda sonora de Pulp Fiction. Roger se lava los dientes moviendo el trasero al estilo Travolta. Se quita el pijama y se mete en la ducha. Baila bajo el chorro de agua. Se imagina que tiene allí a Uma Thurman, desnuda, bailando con él. El cabello rubio empapado y los labios carnosos y rojos se le acercan.

—¡Rogeeer! ¿Todos estamos obligados a escuchar esta música?

Su madre y Uma Thurman compartiendo espacio y tiempo. Qué aberración. Sale de la ducha, se envuelve una toalla en la cintura y va a su habitación para bajar el volumen.

—¡Te podrías haber secado los pies, mira el rastro que vas dejando!

Mira hacia atrás y, efectivamente, ve sus pisadas en las baldosas. Le parece que son bonitas, como las huellas que se dejan al caminar en la arena, aunque en este caso no vendrá ninguna ola a borrarlas. No se atreve a decírselo a su madre, que lo observa furiosa.

Se quita la toalla y seca el suelo mientras murmura unas palabras de disculpa. Su padre, que saca la cabeza por el fondo del pasillo, lo pilla cuando se agacha, con el culo al aire, y se echa a reír. Mira de reojo a su madre y ve que a ella también se le escapa una media sonrisa.

Cómo son las cosas: hace un minuto, cuando Tina lo ha reñido por el volumen de la música y por haber mojado el suelo del pasillo, ha tomado la firme decisión de irse de casa de sus padres inmediatamente. Tiene veintisiete años y no está dispuesto a aguantar las manías de su madre. Necesita un espacio para él solo, para poner la música tan alta como quiera y pasearse en pelotas y empapado por toda la casa. Pero la carcajada de su padre y la media sonrisa de su madre le han bastado para cambiar de idea. Su firme propósito se debilita hasta desaparecer, y encuentra que su habitación, con los pósteres llenos de olas y el ruido del tren cada cuarto de hora, es un lugar muy bueno para vivir.

Nunca creyó, cuando aún era un niño o un adolescente, que iba a ser precisamente él quien se quedaría viviendo con sus padres cuando sus hermanos se hubieran marchado. Cierto, es el más pequeño, pero también es el más rebelde, el más atrevido, el más libre. Y sin embargo, sus hermanos se han ido lejos y él sigue aquí, refugiado en su pequeña habitación de pósteres con olas.

Y no puede decir que no los eche de menos. Que no recuerde las carreras para llegar primero a la ducha. Que no añore las cenas a base de bocatas de varios pisos. Que no sienta nostalgia de los ataques de risa, de las discusiones encendidas y de cuando se confabulaban de vez en cuando para burlarse amistosamente de su padre o de su madre.

A veces tiene la sensación



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