Uñas de plata by Kim Newman «Jack Yeovil»

Uñas de plata by Kim Newman «Jack Yeovil»

autor:Kim Newman «Jack Yeovil»
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Fantástico
publicado: 2002-01-01T00:00:00+00:00


TRES

Sondear la plaza con dotes de vidente en busca de un rastro del pájaro era como intentar atrapar una mariposa con una sola mano. Era lo que Rosanna esperaba, ya que había estado en el escenario de otros asesinatos del Halcón de Guerra. Era una tarea fútil, pero había que hacerla.

Alguien siseó «bruja» y le hicieron callar. La punzada de odio y miedo anónimo procedente de la multitud aún le dolía. Resultaba difícil que la gente comprendiera lo que era. Durante toda la vida la habían llamado bruja, monstruo, fenómeno. Sólo cuando la necesitaban se convertía en ángel de la misericordia, en salvadora. Y últimamente no había salvado a nadie.

Harald los mantenía a todos a distancia y —mediante un heroico esfuerzo que Rosanna podía percibir como una ardiente hoguera— los obligaba a guardar silencio mientras ella se esforzaba.

—Está mezclado con los residuos del hombre muerto —explicó ella con los ojos cerrados con fuerza mientras rozaba el pedestal ensangrentado con las puntas de los dedos y se estremecía al dejar que las emociones de Klaus-Ulric Stahlman penetraran en su ser.

Había muerto en estado de pánico, como los otros, incapaz de entender qué estaba sucediendo. Los espolones le habían arrancado los ojos, por lo que no había visto nada. Mientras gritaba y las garras le destrozaban las mejillas y los labios, había oído el batir de las alas y unos bordes duros de hueso que le rajaban el cráneo. No había habido ninguna plegaría final, ningún pensamiento para su esposa y sus hijos, ni siquiera sensación de sorpresa. Había sido rápido, pero muy doloroso.

—Había otro hombre en el pedestal —dijo ella al ver a trasvés de los recuerdos del guardia muerto—, un agitador, un revolucionario.

—Liebenstein —interrumpió Katz distrayéndola—. Ya lo tenemos, una rata de alcantarilla brustellinista.

Rosanna abrió los ojos y parpadeó, roto completamente su contacto con el pasado. Las vistas y olores de la mañana la inundaron y bloquearon su capacidad de videncia. Harald mandó al capitán guardar silencio.

Aún había manchas pegajosas de sangre por todas partes, que brillaban a la luz del sol.

Ella cerró los ojos y regresó a la noche. Resultaba difícil que la gente entendiera que la videncia no era como recorrer la pagina de un libro, ir directamente a la frase que uno necesitaba y leerla al instante. Se parecía a un juego de niños, a meter la mano en un barril de serrín sin saber si se sacaría la manzana madura o el cráneo de gato.

Oyó al revolucionario despotricar con todo el fervor de un predicador fanático que defendiera la adoración de su dios, elogiando al martirizado profesor Brustellin —muerto en los tumultos de la niebla— por ser el ídolo de un nuevo tipo de sociedad, una sin privilegios ni injusticia, sin hambre ni delito.

Entonces había intervenido Stahlman, y el brustellinista —Liebenstein— desapareció, perdido en la oscuridad. Y su visión enfocó al guardia. El pájaro volvió a aparecer en su conciencia, con las alas desplegadas, y Stahlman volvió a morir. Rosanna intentó hacer caso omiso del guardia y aferrarse a la diminuta presencia mental del pájaro.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.