Tu caja tras el cristal by Ángela Franco

Tu caja tras el cristal by Ángela Franco

autor:Ángela Franco [Franco, Ángela]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Relato, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2020-05-01T00:00:00+00:00


CAPÍTULO 4

Lunes, 1 de abril de 2020

Sentada en el sofá miré con orgullo la mascarilla casera que me había fabricado. Sonreí contenta con el resultado. Para salir al balcón sería suficiente.

De pronto, vi su caja volar tras el cristal. Mi sonrisa se ensanchó. Tan solo había pasado una semana desde que lo conocí por casualidad, pero habían ocurrido tantas cosas… Ahora entendía a los de Gran Hermano cuando afirmaban que en esa casa los sentimientos se intensificaban.

Me coloqué mi mascarilla para que Iñaki la viera.

—Hoy llegas más tarde —bromeé.

Todos los días pasaba por mi calle y todos los días lanzaba una caja de cartón vacía hacia mi balcón para que yo saliera. Ya acumulaba diez, tres días pasó dos veces.

—Hola. Veo que, por fin, te has hecho una mascarilla. —Me miró con curiosidad y yo temí que se percatara de los detalles—. Pero… ¿con qué la has fabricado? Parece… —Sus ojos se abrieron como platos—. ¿Con unas bragas, Adri? —dijo muerto de la risa y yo enrojecí hasta las pestañas.

—No son unas bragas, idiota. Es un tanga —lo corregí—, no tenía otra cosa.

—¿No tenías una camiseta vieja o algo similar? —preguntó sin parar de reír.

—Ya te expliqué mi situación, ando escasa de material. Todo sigue en mi pueblo, esperando que vaya a recogerlo.

—Yo te habría facilitado algo… —Suspiró—. ¿Has desarrollado algún síntoma? —comenzó con el cuestionario habitual.

—No. Sigo más sana que una manzana.

—Como sigas alimentándote solo de chorizo, vas a tener el colesterol por las nubes. Te he traído víveres.

Sentí un hormigueo tonto en mi interior. Esa noche había tenido un sueño subidito de tono con Iñaki como protagonista; seguía sin verle la cara, pero tenía un cuerpazo… Intenté centrarme en sus palabras y obviar aquellas escenas que aún me trastornaban.

Desde aquella primera tarde en la que me pasó su número de teléfono, nuestras conversaciones por wasap se habían disparado. Las noches eran muy largas y aprovechábamos para conocernos a través de mensajes escritos, de audio… Tres noches antes le había contado mi problemilla con la comida. Al día siguiente me trajo un bizcocho hecho por él que estaba buenísimo. El día anterior me había deleitado con una ensaladilla rusa y al catarla… mis papilas gustativas hicieron una fiesta con cohetes y todo. Y hoy volvía a traerme algo de forma espontánea. Mi boca salivó imaginando algo delicioso. Si Iñaki seguía así, tenía muchas posibilidades de ganarse mi «amor eterno e incondicional».

—No tenías que haberte molestado —añadí con la boca chica, deseando ver qué suculento manjar me esperaba.

—No es molestia. Cuando cocino a mediodía siempre hago de más, y para mí solo…

—No me importa comerme tus sobras. —No sé cómo pude decir aquello con ese tono tan insinuantemente morboso. Un calor me traspasó la mascarilla de tanga, por mi descaro.

Iñaki se rio, pero no dijo nada. Me dejó la bolsa con la comida, nos despedimos y se fue.

Cuando abrí el táper, un delicioso olor a pisto con huevo incluido, me hizo llorar de pura emoción. Ya me daba igual que fuera rubio, pálido y feo, me estaba enamorando de ese chico.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.