Tratamiento macabro by Clifford Hilton

Tratamiento macabro by Clifford Hilton

autor:Clifford Hilton [Hilton, Clifford]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Terror
editor: ePubLibre
publicado: 1981-01-01T00:00:00+00:00


CAPÍTULO VII

La furgoneta atravesó las desiertas calles de Crown y enfiló hacia la gran cornisa. Roy le seguía a más de quinientos metros, guiándose únicamente por los destellos rojos de los faros traseros.

Apenas entró en el camino de montaña, la furgoneta se desvió por un camino lateral en dirección a la entrada del cementerio.

—¿Adonde irán? —preguntó Sheila.

—Sólo hay un lugar adonde pueden llegar por este camino.

Sheila se estremeció.

—¿Al… cementerio…? ¿Para qué?

—Enseguida lo sabremos.

Apagó los faros del coche y avanzó unos quinientos metros más. Luego se desvió campo a traviesa, deteniéndolo en medio de una arboleda. A lo lejos se divisaban las luces rojas de la furgoneta frente a los elevados muros del cementerio.

Roy descendió del coche.

—Vamos. Seguiremos andando.

Sheila tragó saliva.

—Siempre senti aprehensión por estos lugares.

—Quédate aquí si lo prefieres.

La muchaca negó con un movimiento de cabeza y bajó del coche.

Protegidos por las sombras de la noche, avanzaron sigilosamente hasta refugiarse detrás de unos espesos matorrales situados a pocos metros de los portales del cementerio.

Patrick y Edridge habían descendido de la furgoneta y aguardaban pacientemente. Junto a ellos, en el suelo, estaba el voluminoso saco que momentos antes habían sacado de la mansión.

No habían pasado más de diez minutos cuando las pesadas puertas de hierro se abrieron dejando paso a un hombre pequeñín y cojo.

El hombrecito saludó a Eldridge y fijó su atención en el saco.

—¿Es la otra que me habíais anunciado?

—Sí —respondió Eldridge—. Ya sabes lo que tienes que hacer con ella.

El pequeñín asintió y cogiendo el saco por el cordel, lo arrastró hacia el interior del cementerio.

Eldridge y Patrick montaron nuevamente en la furgoneta y se alejaron rápidamente en dirección al pueblo.

—Todo esto es muy misterioso —dijo Roy——. Aunque creo suponer el contenido de ese saco.

—¿Estarás pensando lo mismo que yo?

—Un cadáver. ¿No es eso?

Sheila asintió y su cuerpo se estremeció al hacerlo.

—Tenemos que seguir hasta el final —sugirió Dealey—. Es preciso que lo averigüemos todo.

—¿Qué piensas hacer?

—Entrar al cementerio. Quiero saber qué hay dentro de ese saco.

Sheiia miró los altos muros del cementerio e hizo un gesto negativo con la cabeza.

—No creo que pueda escalarlo.

—Es mejor que tú regreses al coche. No tardaré más de media hora.

Mientras Sheiia se alejaba temblando de miedo, Dealey corrió hasta el muro y lo escaló con agilidad felina. Luego se desprendió desde lo alto, cayendo sobre la tierra húmeda del cementerio.

Avanzó a tientas sobre las tumbas hasta que descubrió la tenue luz de un farol, y la silueta del hombrecillo que trabajaba con una pala sobre la tierra.

Caminando sigilosamente, se refugió detrás de un árbol y contempló la escena.

Después de cavar durante un buen rato, la pala chocó contra una superficie dura. Entonces, el hombre separó la tierra con cuidado hasta descubrir la tapa de una urna.

Arrojando la pala hacia uno de los lados, el hombre salió del pozo y abrió el saco que yacía en el suelo. Luego extrajo su macabro contenido.

El cuerpo pálido y desangrado de Helen quedó tendido sobre la tierra. Tenía los ojos muy abiertos en una expresión de terror.



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