Tragedia de Numancia by Miguel de Cervantes

Tragedia de Numancia by Miguel de Cervantes

autor:Miguel de Cervantes
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Teatro
ISBN: 9783945282472
editor: Clásicos Hispánicos
publicado: 2015-04-17T00:00:00+00:00


Jornada tercera

Escena primera

(Interlocutores: Cipión, Yugurta y Mario.)

Cipión.— En forma estoy contento en mirar cómo

corresponde a mi gusto la ventura,

y esta libre nación soberbia domo [1115]

sin fuerzas, solamente con cordura.

En viendo la ocasión luego la tomo,

porque sé cuánto corre y se apresura;

y si se pasa, en cosas de la guerra,

el crédito consume y vida atierra. [1120]

¿Juzgábades a loco desvarío

tener los enemigos encerrados

y que era mengua del romano brío

no vencerlos con modos más usados?

Bien sé que lo habrán dicho; mas yo fío [1125]

que los que fueren pláticos 124 soldados

dirán que es de tener en mayor cuenta

la victoria que menos es sangrienta.

¿Qué gloria puede haber más levantada

en las cosas de guerra que aquí digo, [1130]

que, sin quitar de su lugar la espada,

vencer y sujetar al enemigo?

Que cuando la victoria es granjeada

con la sangre vertida del amigo,

el gusto mengua que causar pudiera [1135]

la que sin sangre tal ganada fuera.

(Aquí ha de sonar una trompeta desde el muro de Numancia.)

Yugurta.— Oye, señor, que de Numancia suena

el son de una trompeta, y me asiguro

que decirte algo desde allá se ordena,

pues el salir acá lo estorba el muro. [1140]

Caravino se ha puesto en una almena

y una señal ha hecho de seguro;

lleguémonos más cerca.

Cipión.— Sea, lleguemos.

Mario.— No más, que desde aquí le entenderemos.

(Pónese Caravino encima de la muralla, con bandera blanca puesta en una vara.)

Caravino.— ¡Romanos! ¡Ah, romanos! ¿Puede acaso [1145]

ser de vosotros esta voz oída?

Mario.— Puesto que más la bajes y hables paso,

cualquiera tu razón será entendida.

Caravino.— Decid al general que acerque el paso

al foso, porque viene dirigida [1150]

a él una embajada.

Cipión.— Dila presto,

que yo soy Cipïón.

Caravino.— Escucha el resto.

Dice Numancia, general prudente,

que consideres bien que ha muchos años

que entre la nuestra y tu romana gente [1155]

duran los males de la guerra estraños,

y que, por evitar que no se aumente

la dura pestilencia destos daños,

quiere, si tú quisieres, acaballa

con una breve y singular batalla. [1160]

Un soldado se ofrece de los nuestros

a combatir cerrado en estacada 125

con cualquiera esforzado de los vuestros,

por acabar contienda tan pesada;

y si los hados fueren tan siniestros [1165]

que el uno quede sin la vida amada,

si fuere el nuestro, darse ha la tierra;

si el tuyo fuere, acábese la guerra.

Y por seguridad deste concierto

daremos a tu gusto los rehenes. [1170]

Bien sé que en él vendrás, porque estás cierto

de los soldados que a tu cargo tienes,

y sabes que el menor, en campo abierto,

hará sudar el pecho, el rostro y sienes

al más aventajado de Numancia, [1175]

ansí que está sigura tu ganancia.

Porque a la ejecución se venga luego,

respóndeme, señor, si estás en ello.

Cipión.— Donaire es lo que dices, risa, juego,

y loco el que pensase de hacello. [1180]

Usad el medio del humilde ruego,

si queréis que se escape vuestro cuello

de probar el rigor y filos diestros

del romano cuchillo y brazos nuestros.

La fiera que en la jaula está encerrada [1185]

por su salvatiquez 126 y fuerza dura,

si puede allí con maña ser domada

y con el tiempo y medios de cordura,

quien la dejase ir libre y desatada

daría grandes muestras de locura. [1190]

Bestias sois, y por tales, encerrados

os tengo donde habéis de ser domados.

Mía será



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