Tonbo by Aki Shimazaki

Tonbo by Aki Shimazaki

autor:Aki Shimazaki [Shimazaki, Aki]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Realista
editor: ePubLibre
publicado: 2010-01-01T00:00:00+00:00


INSTALADO EN EL SILLÓN, ABRO una revista. Es una vieja revista literaria de mi padre, que he cogido por azar de mi biblioteca.

Recorro el índice. Mis ojos se detienen ante un título: «¿Dónde se situaba el Yamataï-koku?». El artículo había sido escrito por un escritor que mi padre apreciaba mucho. Los argumentos opuestos sobre este enigma son cautivadores. Hay dos teorías principales, cada una con múltiples variantes: una sitúa este reino en la región de Kyushu, y la otra en Kinki. Leo el artículo mientras recuerdo la época en la que discutíamos sobre el tema con pasión.

Cuando aprendí en la escuela primaria la historia del reino de Yamataï-koku, cuya reina se llamaba Himiko, me quedé muy sorprendido de que no se supiera exactamente donde estaba situado, aunque solo se remontara al segundo o tercer siglo después de Cristo. Más tarde, al leer la historia de los sucesivos emperadores de Japón, tuve esta idea descabellada: la reina Himiko debía de ser la emperatriz Jingû, la madre del décimo quinto emperador Ôjin, de la misma época. Esta emperatriz es célebre por haber conquistado el sur de Corea. Cuando mi padre acabó de escucharme, me preguntó, desconcertado: «Entonces, ¿dónde reinaba?». Respondí: «En el norte de Kyushu. Me dijiste que el templo shinto central de Hachiman, deificación de la emperatriz Jingû y de su hijo Ôjin, se sitúa en la prefectura Ôita en Kyushu». Dijo entonces: «¡Nobu, es muy interesante!». Yo me sentía muy orgulloso.

Mi padre prefería «la teoría Kinki». Suponía que el reino Yamataï-koku había estado siempre en alguna parte de la región de Kinki, pero que finalmente se había instalado en el centro de la depresión de Nara. En cuanto a la emperatriz Jingû, mi padre tenía una opinión sorprendente para mí. Según él, en la segunda mitad del siglo cuarto, esta emperatriz habría venido de Corea al Japón y su hijo Ôjin habría nacido en Kyushu. A continuación, los dos habrían conquistado el reino Yamataï-koku y fundado el reino de Yamato.

De hecho, mi padre se interesaba en la teoría de un arqueólogo japonés célebre: un pueblo de jinetes nómadas, llamado Fuyo, originario del noreste de Asia, habría llegado al Japón después de haber conquistado el sur de Corea. Según este arqueólogo, el reino de Yamataï-koku había estado primero en Kyushu, y luego se había desplazado a Kinki. Pregunté a mi padre: «¿Entonces, supones que la emperatriz Jingû y su hijo Ôjin pertenecían a aquel pueblo de jinetes que son los fundadores de la actual familia imperial?». Me dijo: «Puede ser, pero ese siglo cuarto es un agujero en nuestra memoria. Se podría inventar cualquier cosa». Le pregunté: «¿Quién ha borrado la verdadera historia de aquella época y por qué razón?». Mi padre se echó a reír: «¡Buena pregunta! ¡Busca tú mismo la respuesta!».

Al final del artículo, descubro un trozo de papel y un recorte de periódico amarillento. En el papel hay algunas frases escritas a mano. Es la letra meticulosa de mi padre. La miro fijamente con una mezcla de nostalgia y de dolor.



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