El juego de Ender by Orson Scott Card

El juego de Ender by Orson Scott Card

autor:Orson Scott Card [Card, Orson Scott]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Novela, Ciencia ficción
editor: ePubLibre
publicado: 1985-01-01T05:00:00+00:00


VENI, VIDI, VINCI

—¿No dirá en serio lo de ese programa de batallas?

—Sí, totalmente.

—Sólo hace tres semanas y media que tiene su escuadra.

—Ya se lo he dicho. Hemos simulado con el ordenador los resultados probables. Y esto es lo que el ordenador estima que puede hacer Ender.

—Queremos enseñarle, no provocarle una depresión nerviosa.

—El ordenador le conoce mejor que nosotros.

—El ordenador no es famoso por su compasión.

—Si quería ser compasivo, debería haber ido a un monasterio.

—¿Pretende decir que esto no es un monasterio?

—Además, es lo mejor para Ender. Le estamos llevando a su potencial máximo.

—Creía que le íbamos a dar dos años como comandante. Normalmente, les asignamos una batalla cada dos semanas, comenzando a partir de los tres meses. Esto es un poco exagerado.

—¿Disponemos de dos años?

—Lo sé. Pero tengo una imagen de Ender de aquí a un año: totalmente inservible, agotado, porque se le hizo ir más lejos de lo que él o cualquier ser humano podía soportar.

—Le dijimos al ordenador que nuestra máxima prioridad era conseguir que el sujeto continuara siendo útil después del programa de adiestramiento.

—Bien, mientras sea útil…

—Escuche, coronel Graff, fue usted el que me hizo preparar esto. A pesar de mis protestas. No lo olvide.

—Lo sé, tiene razón, no debería cargar sobre usted el peso de mi conciencia. Pero mis ansias de sacrificar niños pequeños para salvar a la humanidad están enflaqueciendo. El Polemarch se ha entrevistado con el Hegemon. Parece que los servicios de inteligencia rusos están preocupados, porque algunos ciudadanos que emiten por las redes están ya haciendo cálculos de cómo debería utilizar América la F.I. para destruir el Pacto de Varsovia, una vez destruidos los insectores.

—Me parece prematuro.

—No parece una locura. La libertad de expresión es una cosa, pero poner en peligro la Liga por rivalidades nacionalistas… Y por gente como ésa, gente corta de visión, suicida, estamos empujando a Ender al borde de su resistencia.

—Creo que subestima a Ender.

—Pero me temo que también subestimo la estupidez del resto de la humanidad. ¿Estamos absolutamente seguros de que debemos ganar esta guerra?

—Señor, esas palabras suenan a traición.

—Era humor negro.

—No es divertido. Cuando se trata de los insectores, nada…

—Nada es divertido, lo sé.

Ender estaba tendido en su cama con los ojos fijos en el techo. Desde que era comandante no dormía más de cinco horas diarias. Pero las luces se apagaban a las 22.00 horas, y no se encendían de nuevo hasta las 06.00. Sin embargo, algunas veces trabajaba en su consola, forzando la vista para ver la imagen mortecina de la pantalla. Aunque, normalmente, fijaba los ojos en el invisible techo y pensaba.

O los profesores habían sido magnánimos con él, o era mejor comandante de lo que pensaba. De su pequeño grupo de veteranos desastrados, sin ningún prestigio en sus anteriores escuadras, estaban surgiendo jefes capacitados. Tanto era así, que en vez de los cuatro batallones habituales había formado cinco, todos con un jefe de batallón y un segundo; todos los veteranos tenían una posición. Había hecho que la escuadra practicara maniobras con batallones de



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