Tom Clancy: Net force. Prioridades ocultas by Tom Clancy & Steve Pieczenik

Tom Clancy: Net force. Prioridades ocultas by Tom Clancy & Steve Pieczenik

autor:Tom Clancy & Steve Pieczenik [Clancy, Tom & Pieczenik, Steve]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 1998-12-31T23:00:00+00:00


VEINTIDÓS

Lunes, 3 de enero, 8.02 horas

Quantico, Virginia

Alex Michaels se recostó en el respaldo de la silla y deseó estar en cualquier otro sitio, en lugar de estar allí sentado, escuchando a uno de los adjuntos del senador White perorar a través del teléfono.

—Entiende usted nuestro problema, ¿verdad, comandante?

¡Ya lo creo que lo entendía! Incluso profirió un ininteligible sonido a modo de asentimiento.

El Congreso seguía de vacaciones, pero los miembros de las secretarías de los senadores tenían mucho trabajo que hacer cuando no estaban los jefes (probablemente más que cuando estaban allí estorbando). Lo cierto era que Washington lo dirigían los secretarios. Sin ellos, la mayoría de los congresistas y senadores no se enterarían prácticamente de nada de lo que sucedía.

Michaels no acababa de entender por qué eran elegidas algunas de las personalidades más influyentes del país. Algunos eran tan torpes que ni siquiera podían ir solos al lavabo, ya que necesitaban que alguien les bajase la cremallera.

—¿Puedo confirmar que asistirá usted a la reunión de la comisión?

Michaels reflexionó durante unos momentos. ¿Y sí se negaba? Sería divertido. Tendrían que volver a requerir oficialmente su comparecencia. ¿Accederían los jefes de la seguridad de Net Force a impedir que un agente federal metiese las narices en determinados documentos si él se lo pedía? Probablemente, sí. Pero Michaels tendría que salir del edificio tarde o temprano. Y el senador se cebaría en él si se negaba a comparecer voluntariamente. ¿Acaso tenía el comandante de Net Force algo que ocultar? Ningún hombre honesto teme que le hagan unas cuantas preguntas, ¿verdad que no?

—Estaré encantado de hablar con la comisión del senador.

—Gracias, señor. Quedamos entonces a las ocho de la mañana del lunes. Le enviaré un e-mail de confirmación.

—No irá a alargarse la cosa durante semanas, ¿verdad, Ron?

—No, señor. El senador ha de partir en misión especial a Etiopía el día 12, de modo que el martes tenemos que haber terminado.

Es decir que, en el peor de los casos, debería asistir a las sesiones de la comisión durante un par de días, siempre y cuando no hubiese sorpresas. Aunque era poco probable que él fuese a ser el único chivo expiatorio. Las comisiones que presidía White siempre tenían en el punto de mira a varias víctimas en las que cebarse. Qué imbécil.

Después de colgar, Michaels se inclinó hacia adelante en la silla. Estaba cansado. Le habría encantado tomarse el día libre, dar un largo paseo en bicicleta y disfrutar de la fría mañana mientras sudaba con el ejercicio. Aunque, puestos a imaginar, ¿por qué no ir a pasar una semana a Tahití? Tumbarse en la playa a tomar el sol y beber combinados de ron con frutas tropicales. Oír el murmullo de las olas. Ah, ¡qué bien sonaba!

Alex sonrió para sus adentros. Tenía sobre la mesa tanto trabajo atrasado que no podría haberlo puesto al día aunque trabajase veinticuatro horas diarias durante un mes. Y, cuanto más trabajo se amontonaba, más postergaba quitárselo de encima. ¿Le ocurría a todo el mundo lo mismo?

Bueno, ya sabías que era un trabajo peligroso cuando lo aceptaste, ¿no?

Cierto.



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