Tierra de hadas by Esther Carretero

Tierra de hadas by Esther Carretero

autor:Esther Carretero [Carretero, Esther]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Fantástico, Juvenil
editor: ePubLibre
publicado: 2022-04-05T00:00:00+00:00


Capítulo 38

Me abroché el collar alrededor del cuello y, al instante, sentí su peso sobre mi pecho. Era un símbolo curioso, pero me había gustado la idea de que pudiera protegerme del mal, como si realmente fuese un escudo de verdad. Miré a Claire, agradecida.

—¿De verdad puedo quedármelo? —le pregunté, por si acaso. Ella sonrió y asintió.

—Por supuesto. Te vendrá bien —me respondió. En ese momento, pareció recordar algo importante—. ¡Ah, sí! Espera un momento.

Se levantó como un resorte, con la vista clavada en una pequeña bolsa que había sobre la encimera de la cocina. De ella sacó una tela larga y de color verde, en dos tonos. Cuando la sacó por completo me percaté de que era una bufanda, de cuyos extremos colgaban unos flecos para darle un toque más personal. Era muy bonita, y parecía tejida a mano.

—Toma. —Me la ofreció—. Hoy hay una niebla muy espesa y hace bastante frío. Mejor póntela.

Al principio no quise cogerla, pero ella insistió tanto que finalmente tuve que ceder y tomarla con recelo.

—Vaya… Pues muchas gracias. Se la devolveré enseguida. Solo quiero despejarme un rato antes de que los demás se despierten —le expliqué.

Pero ¿cómo sabía ella que tenía pensado salir? La miré con el ceño fruncido, intentando desentrañar el misterio que rodeaba a esa mujer tan extraña. ¿Sería verdad lo que me dijo sobre ver lo que iba a ocurrir?

Claire sonrió como si nada y volvió a sentarse para retomar su tarea. Como no tenía nada más que hacer allí, volví a darle las gracias por el collar y me giré para marcharme.

—Sofía… —me llamó una última vez. Volví la cabeza para mirarla. Parecía preocupada e indecisa, hasta que me devolvió la mirada, seria—. Ten mucho cuidado.

—No se preocupe, me quedaré por aquí cerca —le dije para tranquilizarla, pensando que se trataría de eso.

Me resultó rara aquella advertencia, y más aún que se ofreciese a darme una bufanda cuando no había dicho ni sugerido nada sobre que iba a salir. Menos mal que no era la única que pensaba que había algo raro con aquella mujer y con su madre. Maldije en voz baja al acordarme de la anciana. Tenía que haberle preguntado por ella. Seguro que la noche anterior, la pobre señora se asustó por mis gritos.

—Vaya una insensible estoy hecha… —murmuré, molesta conmigo misma, una vez estuve fuera de la casa.

Claire tenía razón y, al ir acercándose la mañana, la niebla se había ido instalando por el pueblo y se había hecho más espesa. Casi no veía el perfil de la casa que había justo delante de mí.

Rápidamente, el gorrioncillo se acercó para revolotear sobre mi cabeza antes de posarse cerca de mí. Se hizo una bola de plumas y bostezó con su pequeño pico, haciéndome reír.

—Hace frío, ¿verdad? —le decía en voz alta—. Hará más cuanto más cerca esté el invierno… Aunque aquí en Escocia parece que ya ha llegado —bromeé, subiendo más la cremallera de mi abrigo.

Quedarme quieta en el mismo sitio no iba a hacer que entrase en calor o que mis ideas fluyesen mejor.



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