Thuvia, doncella de marte by Edgar Rice Burroughs

Thuvia, doncella de marte by Edgar Rice Burroughs

autor:Edgar Rice Burroughs [Burroughs, Edgar Rice]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: SF
ISBN: 978-84-95741-03-5
publicado: 1915-12-31T23:00:00+00:00


CAPÍTULO IX

La batalla en el llano

La distancia desde el fondo del embudo al suelo de la cámara que había debajo del mismo no era grande, ya que las tres víctimas de la cólera de Tario cayeron ilesas.

Carthoris, sujetando aún fuertemente a Thuvia contra su pecho, llegó al fondo como un gato, cayendo en pie, evitando el choque de la joven. Apenas habían tocado sus pies la áspera superficie de piedra de aquella nueva cámara, cuando su espada centelleó, dispuesta para un uso inmediato. Pero, aunque la habitación estaba iluminada, no se veían por ninguna parte señales del enemigo.

Carthoris miró a Jav. Éste estaba intensamente pálido por el miedo.

—¿Cuál va a ser nuestra suerte? —preguntó el heliumita—. ¡Dime, hombre! Libérate de tu terror durante el tiempo suficiente para decírmelo; así podré estar preparado para vender mi vida y la de la princesa de Ptarth lo más caras posible.

—¡Komal! —susurró Jav—. Seremos devorados por Komal.

—¿Vuestro dios? —preguntó Carthoris.

El lothariano asintió con la cabeza. Luego señaló en la dirección de un portón bajo que había en un extremo de la cámara.

—Desde allí se precipitará sobre nosotros. Deja a un lado tu débil espada, loco. Sólo conseguirá encolerizarle más y hacer aún peores nuestros sufrimientos.

Carthoris sonreía, asiendo aún más firmemente su larga espada. Entonces Jav dio un gemido aterrador, señalando al mismo tiempo con su brazo extendido hacia la puerta.

—Ha llegado —sollozó.

Carthoris y Thuvia miraron en la dirección que el lothariano había indicado, esperando ver alguna extraña y horrorosa criatura de figura humana; pero, con asombro suyo, vieron la sha ca eza y los hombros, cubiertos de enorme melena, de un formidable banth, `el más grande de todos los que ambos habían visto jamás.

Lenta y majestuosamente, la poderosa fiera avanzóó por la cámara. Jav había caído al suelo, y arrastraba su cuerpo sobre el vientre del mismo modo servil que había empleado en presencia de Tario. Hablaba a la bestia feroz como hubiera hablado a un ser humano implorando su perdón.

Carthoris se colocó entre Thuvia y el animal, con su espada dispuesta a disputar la victoria de la fiera sobre ellos. Thuvia se volvió hacia Jav.

—¿Es éste Komal, vuestro dios? —preguntó.

Jav movió su cabeza afirmativamente. La joven sonrió, y luego, adelantándose a Carthoris, caminó ligeramente hacia el rugiente carnívoro.

En tono bajo y firme, le habló como había hablado a los banths de los Acantilados Aureos y a los carroñeros frente a los muros de Lothar.

La bestia dejó de rugir. Con la cabeza baja y un runrún felino, se aproximó, vacilante, a los pies de la joven. Thuvia se volvió hacia Carthoris.

—No es más que un banth —dijo—. Nada hemos de temer de él. Carthoris sonrió.

—Yo no le temía —replicó—, porque yo también creía que no era más que un banth, y mi espada es larga.

Jav se sentó y contempló el espectáculo que se ofrecía a sus ojos: la delicada joven agitando sus dedos entre la parda melena de la enorme criatura que él había creído divina, mientras que Komal frotaba su repulsivo hocico contra ella.



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