Terrorismo y Comunismo by Leon Trotsky

Terrorismo y Comunismo by Leon Trotsky

autor:Leon Trotsky [Trotsky, Leon]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Historia, Politica
editor: Akal
publicado: 0101-01-01T00:00:00+00:00


VIII. Las cuestiones de organización del trabajo

EL PODER SOVIÉTICO Y LA INDUSTRIA Si en el primer período de la revolución soviética los más graves reproches del mundo burgués se dirigían contra nuestra crueldad, contra nuestro espíritu sanguinario, después, cuando este argumento se hubo debilitado por el uso, se empezó a hacernos responsables de la desorganización económica del país. Conforme a su misión actual, Kautsky traduce metódicamente en un idioma que tiene la pretensión de ser marxista, todas las acusaciones de la burguesía, que imputa al poder soviético la ruina de la industria rusa: los bolcheviques han dado comienzo a la socialización sin plan preconcebido, han socializado lo que no estaba maduro para la socialización; la clase obrera rusa no está preparada todavía para dirigir la producción, etc.

Repitiendo y combatiendo estos diversos motivos de acusación, Kautsky se obstina en silenciar las causas esenciales de nuestra desorganización económica: la matanza imperialista, la guerra civil, el bloqueo.

Desde el principio de su existencia, el gobierno de los Sóviets se vio privado de carbón, de petróleo, de algodón y de metal. El imperialismo austro-alemán primero, el imperialismo de la Entente después, actuando de acuerdo con los grandes blanco-rusos, despojaron a Rusia del yacimiento hullero y metalúrgico de Donetz, de las regiones petrolíferas del Cáucaso; del Turkestán, que nos suministraba el algodón; del Ural y sus inmensas riquezas en metales en bruto; de la Siberia, rica en ganado y cereales. El yacimiento de Donetz suministraba normalmente a nuestra industria el 94 por ciento del combustible mineral y el 74 por ciento de los metales en bruto que aquélla consumía. El Ural daba el complemento: 20 por ciento de metales en bruto y 4 por ciento de hulla. En el curso de la guerra civil perdimos estas dos regiones. Al mismo tiempo perdimos los 500 millones de puds* de carbón que recibíamos del extranjero. Simultáneamente nos quedamos sin petróleo, porque el enemigo se había apoderado de todos los pozos. Es preciso no tener vergüenza para hablar, dadas estas condiciones, de la influencia disolvente de las socializaciones “prematuras”, “bárbaras”, etc., sobre una industria totalmente privada de combustible y de materias primas. Pertenezca una fábrica a un trust capitalista o a un Estado proletario, esté o no socializada, sus chimeneas no pueden echar humo sin carbón y petróleo. Algo de esto se puede aprender en Austria y hasta en Alemania. Ninguna empresa textil, administrada conforme a los más sabios métodos de Kautsky —admitiendo un instante que con los métodos de Kautsky pueda administrarse algo más que un tintero—, producirá tejidos de algodón de ninguna índole si no cuenta con provisiones de algodón en bruto. Ahora bien, nosotros estábamos privados del de Turkestán a la vez que del de América. Además —repetimos— nos faltaba combustible.

Cierto que el bloqueo y la guerra civil han sido consecuencias de la revolución proletaria en Rusia. Pero no se sigue de aquí de ningún modo que las innumerables ruinas amontonadas por el bloqueo anglofrancés y por las campañas de bandidaje de Kolchak y Denikin, puedan ser imputadas a la ineficacia de los métodos económicos soviéticos.



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