Tarzan Y Los Hombres Hormiga by Edgar Rice Burroughs

Tarzan Y Los Hombres Hormiga by Edgar Rice Burroughs

autor:Edgar Rice Burroughs [Burroughs, Edgar Rice]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Infantil
publicado: 2011-01-19T23:00:00+00:00


XII

El hijo de la Primera Mujer avanzaba a grandes pasos y porte orgulloso por el bosque. Llevaba una lanza en la mano y un arco y flechas colgados a la espalda. Detrás de él iban otros diez machos de su especie, armados de forma similar, y cada uno caminaba como si fuera el propietario de la tierra que pisaba. Hacia ellos, por el mismo sendero, aunque aún fuera del alcance de su vista, de su oído o de su olfato, se acercaba una mujer de su especie. También ella caminaba con paso intrépido. Entrecerró los ojos y se detuvo, y alzó sus grandes orejas planas para escuchar; husmeó el aire. ¡Hombres! Apretó el paso para alcanzarlos. Eran más de uno, eran varios. Si se tropezaba con ellos de improviso se asustarían, serían presa de la confusión y sin duda podría atrapar a uno de ellos antes de que huyeran. Si no, las piedras emplumadas que llevaba al cinto buscarían uno. Durante un tiempo los hombres habían escaseado. Muchas mujeres de su tribu que habían salido a la jungla a capturar compañeros jamás habían regresado. Ella había visto los cadáveres de varias de ellas, yaciendo entre los árboles. En estas ocasiones se preguntaba qué era lo que las había matado. Pero por fin había hombres, los primeros que ella descubría en dos lunas, y esta vez no regresaría a su cueva con las manos vacías.

En un repentino recodo del sendero los avistó, pero, para su desaliento, vio que aún se hallaban muy lejos. Estarían seguros de poder escapar si la veían, y estaba a punto de esconderse cuando se dio cuenta de que ya era demasiado tarde. Uno de ellos señalaba hacia ella. Aflojó un proyectil de su cinto, agarró la porra con más firmeza y echó a correr hacia ellos con gran rapidez. La sorprendió, y complació al mismo, tiempo ver que no hacían ningún intento de escapar. ¡Qué aterrorizados debían de estar para quedarse quietos tan dócilmente mientras ella se les acercaba! Pero ¿qué era aquello? ¡Avanzaban para toparse con ella! Entonces vio la expresión de sus rostros. No mostraban miedo; sólo rabia y provocación. ¿Qué eran aquellas extrañas cosas que llevaban en las manos? Uno de los que corrían hacia ella, el que estaba más cerca, se detuvo y le lanzó un largo palo puntiagudo. Estaba afilado y cuando le rozó el hombro le hizo sangre. Otro se paró, puso un palito de través con otro palo más largo, cuyos extremos estaban inclinados hacia atrás con una pieza de tripa, y de pronto soltó el palo más pequeño, que salió disparado por el aire y se clavó en la carne debajo de uno de los brazos de la mujer. Y detrás de éstos los demás la estaban atacando con armas similares. Recordó los cadáveres de las mujeres que había visto en el bosque y la escasez de hombres de las últimas lunas. Aunque era corta de luces, no carecía de la facultad de razonamiento; comparó estos datos con



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