Spanish Beauty by Esther García Llovet

Spanish Beauty by Esther García Llovet

autor:Esther García Llovet [García Llovet, Esther]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Realista
editor: ePubLibre
publicado: 2022-01-01T00:00:00+00:00


—Qué mal te mueves, chaval —grita Michela por encima de la música—. Parece que tienes siete pies izquierdos.

Están en el San Remo, bebiendo y celebrando que es domingo, o algo así.

—A ver tú, lista —contesta Oliver—. Será bruja la tía.

—Yo cuando bailo echo fuego por el culo —dice Michela levantándose.

Está sonando «Da Ya Think I’m Sexy?» de Rod Stewart, a Michela le encanta Rod Stewart, no lo diría en voz alta pero es así, el pelo de Stewart, que debía de cortar el mismo peluquero de Tina Turner, esa melena como de pluma de pollo enfadado que cuando tenía veinte años Michela intentó imitar sin éxito. Michela lleva un bañador de chico, hasta la rodilla, con bananas, que le ha prestado el dueño del San Remo porque hace un rato le ha vomitado encima una chavala de despedida de soltera, una con una diadema con una polla encima, y además del bañador lleva una camiseta del SD Éibar. Está muy morena, va descalza y es verdad que baila bien.

—Mira —le dice a Oliver—. Ven para acá. Levanta los brazos.

El dueño del San Remo sube el volumen de la radio.

—¿Así?

—¡Eso es!

—Mira que te hago un twerking.

—¡A ver!

Oliver se agita: si tuviera carne en el cuerpo sería otra cosa, pero el dueño del San Remo suelta una carcajada.

—¡Mueve la cabeza! —dice Michela, y le sonríe. Le señala los pies, y luego se señala los suyos.

—¿Estás sacando morros? —pregunta Oliver. Michela le pellizca la nariz—. ¡Pues yo también!

—Ahí va, ¡dale, Oliver! —Michela agita los hombros, da palmas, una vuelta y otra más.

—Menuda mierda lleváis encima —dice el dueño del bar.

Bailan, mal, aunque nadie baila mal si le echa ganas, eso le dice Michela a Oliver por encima de la música, muy por encima de los decibelios permitidos a esa hora, pero qué más da. Esto es Benidorm. Las tres o cuatro parejas que quedan en el paseo marítimo se van uniendo a ellos. Oliver intenta subirse a la barra pero se cae del taburete. Michela es más alta. Salta. Se sube y tira de él. Encima de la barra Oliver parece el bailón de Christopher Walken: ahora que se ríe a carcajadas Michela ve que además, como Walken, tiene ese tipo de cara de niño viejo que cambia tanto cuando sonríe que al hacerlo parece una persona completamente diferente.

—¿Sabes lo único que te falta ahora, Oliver?

—Un micrófono.

—Un corte de pelo. Tú, baja la música y tráeme unas tijeras.

El del bar saca de detrás de la barra unas tijeras, de las de cortar jamón. Michela baja de la barra como puede y sienta a Oliver en un taburete. Oliver cierra los ojos y Michela empieza a cortarle el pelo, unos trasquilones ligeros, de pelo ralo, que van cayendo al suelo como lluvia de ceniza. Ahora está cantando Billy Joel, los camareros y los clientes no tienen nada mejor que hacer que ver como Michela le corta el pelo a Oliver. A pesar de ser las tres de la madrugada y estar muy borracha y de la mierda de tijeras le hace un mullet muy profesional.



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