Atlas. La historia de Pa Salt by Lucinda Riley & Harry Whittaker

Atlas. La historia de Pa Salt by Lucinda Riley & Harry Whittaker

autor:Lucinda Riley & Harry Whittaker [Riley, Lucinda & Whittaker, Harry]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2023-05-08T00:00:00+00:00


* * *

La excursión al Empire State prevista para la tarde tuvo que posponerse para que me recuperara del trauma sufrido por la mañana.

—No puedo por menos que alegrarme de que no estuvieras allí, Elle. No estoy seguro de que hubiera podido protegerte.

—¡Ay, Bo, no me lo puedo creer! Se suponía que esto iban a ser unas vacaciones y te las has arreglado para ponerte directamente en peligro —comentó, pasándome con suavidad los dedos por el pelo—. Pero intentemos olvidar la decepción sufrida con Eugene Meyer y el drama de la manifestación y disfrutemos de nuestra semana en el extranjero. ¡Es muy especial estar aquí contigo!

Elle y yo pasamos los siguientes cinco días explorando la Gran Manzana. Era una ciudad asombrosa, que vibraba de energía y daba a sus habitantes la sensación de hallarse en el núcleo mismo del universo. Nueva York tenía los edificios más altos, los centros comerciales más amplios y los platos de comida más grandes que había visto yo en mi vida. Después de años de racionamiento británico, casi se me salían los ojos de las órbitas al ver el tamaño de las hamburguesas de buey y las montañas de patatas fritas que nos ofrecían a la hora de cenar.

Creo que lo que más me gustó de la ciudad fue la positividad que emanaban sus habitantes. Recientemente habían tenido que soportar el deterioro económico de la Gran Depresión y la participación en el segundo conflicto global. Aun así, casi todas las personas con las que nos encontrábamos rebosaban de una confianza alegre y era un verdadero gusto sentirlo.

Un día antes de que Elle y yo subiéramos a bordo del Queen Mary para volver a casa, sonó el teléfono de la habitación del hotel. Respondió ella.

—¿Dígame?… Sí, está aquí. —Se encogió de hombros y me pasó el auricular.

—¿Señor Tanit? —dijo en inglés una voz que me resultó vagamente familiar.

—Al aparato —contesté.

—Oh, ¡qué estupendo! Estoy entusiasmada porque por fin he conseguido dar con usted. He llamado a casi todos los hoteles de Manhattan.

—Disculpe, pero ¿con quién hablo?

Se oyó una risita tonta al otro extremo de la línea.

—Perdone, señor Tanit. Soy Cecily Huntley-Morgan. Soy la tontuela a la que salvó usted el otro de día en Harlem durante la manifestación en defensa de los derechos civiles.

—¡Ah, sí! Buenos días —contesté, un tanto desconcertado—. ¿Qué tal está?

—¡Tengo el tobillo un poco magullado, pero me encuentro mucho mejor ahora que he dado con usted! Su tarjeta tenía la dirección de su librería de Londres, pero deseaba darle las gracias personalmente por haberme salvado. Así que me he dedicado a llamar a todos los hoteles preguntando si había algún señor Tanit entre sus huéspedes.

Esta vez fue yo el que se echó a reír.

—Ha sido una idea muy amable por su parte, Cecily, pero no hice nada más que lo que habría hecho cualquiera. ¡Me alegro mucho de que se encuentre bien!

—No es cierto, señor Tanit. La gente estaba echándoseme encima. Usted, sin embargo, vio a un ser humano que necesitaba ayuda y se ofreció.



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