A tiro by Philip Kerr

A tiro by Philip Kerr

autor:Philip Kerr [Kerr, Philip]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Policial, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 1999-01-01T00:00:00+00:00


14

EDITH QUADROS

Desde que era niño, Tom Jefferson se había sentido fascinado por los presidentes de Estados Unidos. Cuando estaba en Nueva York, Tom utilizaba el nombre de Frank Pierce, por Franklin Pierce, el décimocuarto presidente de Estados Unidos. Cuando se movía entre las camareras de alterne rollizas, alegres y poco engalanadas de lugares como Chez Joie, en Broadway, se hacía llamar Marty van Buren, por el octavo presidente. Pero en general se quedaba en su piso, sobre todo cuando Edith apareció haciéndose pasar, ante el portero del edificio y los curiosos vecinos de Tom, por su medio hermana.

Edith Quadros era nicaragüense y comunista, razón por la cual se había distanciado de su acaudalada familia, amigos íntimos del presidente Luis Somoza Debayle. Su trabajo con Tom iba a ser el último encargo que hacía para la Inteligencia Cubana antes de volver a Managua y ayudar a Carlos Fonseca a fundar el movimiento revolucionario nicaragüense. Edith creía en la Unión Soviética —⁠país que había visitado⁠—, en la revolución cubana —⁠en la que había colaborado⁠— y en Fidel Castro —⁠a quien había alojado⁠— tanto como creía en la malignidad de Standard Fruit, la CIA y el régimen de Somoza. Y creía en la conveniencia de lo que Tom y Ameijeiras estaban planeando.

A Tom, Edith le gustó enseguida, entre otras cosas porque era tan inteligente como hermosa. Enseguida se hicieron amantes, porque aquél era un trabajo que propiciaba la intimidad rápida. Conocía parte del plan por Ameijeiras y aunque Tom volvió a explicárselo con todo detalle, se dio cuenta de que la inquietaba. Le hubiera sorprendido que no fuera así. De modo que trató de no hablar mucho del tema con ella, cosa fácil pues poco había que pudieran hacer hasta la semana antes de Navidad, salvo alquilar un apartamento y comprar un coche en Boston.

Durante la semana que precedió Acción de Gracias, se concentró en hacérselo pasar bien a la joven en Nueva York. La llevó a jugar a los bolos a Pinewood Lanes, en la Ciento veinticinco Oeste, y a cenar a Le Vouvray, en la Cincuenta y cinco Este. Hasta la llevó a comprar ropa a Korvette y Ohrbach. Poco a poco, conforme iba conociéndola, Tom se dio cuenta de que lo que él había interpretado como nervios, no era más que impaciencia por empezar con el trabajo, porque Edith estaba decidida a seguir con su parte, que a su manera, era tan difícil como la de él. Y también le quedó muy claro que Kennedy le gustaba tan poco como a él.

—Es un playboy —le dijo ella despectivamente⁠—. Llevo viendo tipos como él toda la vida. Y no los aguanto. Ser el presidente es como tener otro caro juguete que su papá le ha comprado, y una oportunidad para acostarse con más mujeres. No entiendo por qué los estadounidenses han elegido a un hombre como él.

—Es muy sencillo —le aclaró Tom⁠—. Richard Nixon. Nadie quería a un inútil como ése en la presidencia. Era un candidato peor que Jack Kennedy.

—Tienes razón —dijo ella riendo⁠—.



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