Solo tú by Jordi Sierra i Fabra

Solo tú by Jordi Sierra i Fabra

autor:Jordi Sierra i Fabra
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Juvenil
publicado: 2008-08-09T22:00:00+00:00


Tercera parte LOS ACTOS

Amor es todo lo que hay, lo que hace al mundo girar.

Amor y sólo amor, no puede negarse.

No importa lo que pienses,

no serás capaz de hacer nada sin él.

Te lo dice uno que lo ha intentado.

Así que si encuentras a alguien que te da su amor,

mételo en tu corazón, no lo dejes pasar de largo,

porque una cosa es cierta,

que luego te sentirás muy mal, si lo tiras todo por la borda.

I threw it all away,

BOB DYLAN

Capítulo 13 MOMENTOS

Había salido de su casa, todavía adolescente, para ir a una cita en el parque con un hombre, y había regresado convertida en una mujer.

Al menos, ésa era la sensación.

Como si hubiera dejado de ser virgen.

Seguía conmocionada, incapaz de estudiar. Le parecía imposible que lo que acababa de vivir le hubiera sucedido a ella. Se tocaba los labios y sentía la huella de aquellos tres besos. Se pasaba la lengua por ellos y percibía el sabor de Rogelio. Se tocaba el cuerpo y lo notaba todavía excitado, vivo, convertido en un ascua. Sabía que existiría un antes y un después de ese momento. De un plumazo, toda su vida anterior había quedado barrida por el efecto de un golpe insólito del destino.

Le dolían partes de su cuerpo que ni siquiera sabía que existían.

Quería cantar, gritar, echar a correr, subir a contárselo a Elisabet o telefonearla, pero de lo único que fue capaz, convertida en una gelatina, fue de quedarse sentada delante del libro, con la cabeza perdida en el Turó Parc.

Miró las fotos que le había tomado a él.

Una a una.

Las pasó al ordenador y las amplió.

Deslizó las yemas de los dedos por la pantalla.

Luego recordó a duras penas cada palabra, aquel largo diálogo previo al estallido de sus emociones, y los besos. Habían hablado de música, de cantantes, de discos o películas, pero en el fondo y durante todo aquel rato, no hicieron otra cosa que hablar de amor, ahora lo comprendía, porque existían muchas formas de hacerlo sin que lo pareciera. Vueltas y más vueltas para llegar al punto sin retorno.

Y aquella pregunta, tan tierna aunque desconcertante:

—¿Puedo besarte?

Beatriz se estremeció.

Temía no haber estado a la altura. Quería parecer fuerte y segura. Quería sentirse ella. Quería que la percibiera como a una mujer.

No estaba muy convencida de haberlo conseguido.

Aunque el amor convirtiera los defectos en virtudes y las inseguridades en deliciosas gracias.

—Rogelio —susurró su nombre a media voz.

Sonaba bien. Con empaque.

—Rogelio, Rogelio, Rogelio.

No iba a poder dormir, y por la mañana metería la pata en el examen. Sería una noche en vela, con la cabeza sacudida por mil ideas, mil emociones, mil sensaciones. Descubrir que la felicidad era mágica la sobrepasaba. Pero descubrir también que dolía la desconcertó. Temió que le estallara el corazón. Le faltaba el aliento. Y quedaba lo peor: la cena. Era como si llevase escrito en la cara lo sucedido, o las palabras «Me he enamorado» colgadas de su cuello lo mismo que si llevase un collar de perlas. Su madre lo vería.

Podía decirle que no tenía hambre.



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