Soldado de la niebla by Gene Wolfe

Soldado de la niebla by Gene Wolfe

autor:Gene Wolfe [Wolfe, Gene]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Fantástico
editor: ePubLibre
publicado: 1986-01-01T05:00:00+00:00


23

En la aldea

Estoy escribiendo en el atrio de la posada. Eutaktos sentía tales deseos de abandonar Pensamiento que no compró provisiones para el camino de vuelta a la Isla Roja. Creo que quizá pensó que podría comprarlas más baratas una vez lejos de la ciudad y supongo que estaba en lo cierto. Sea como sea nos hemos detenido aquí, y ahora Eutaktos y algunos Cordeleros están comprando comida en el mercado. Yo estoy escribiendo porque aún no he olvidado lo que sucedió la noche anterior, aunque no recuerdo cómo he llegado a encontrarme entre estos Cordeleros.

El Milesio vino a verme una vez que nos detuvimos aquí y me dijo:

—Busquemos alguna taberna y te pagaré en ella lo que me diste la noche anterior.

Fingí que se me había olvidado pero él insistió en que fuéramos a una taberna, diciendo:

—Basias puede acompañarnos, de ese modo no podrán pensar que intentábamos huir.

El Milesio, Basias, Io y yo no tardamos en hallarnos cómodamente instalados en una mesa a la sombra; en el centro había una jarra de vino y otra jarra con agua fría, y cada uno de nosotros tenía un vaso delante.

—Recordarás que la otra noche estábamos hablando sobre la Triple Diosa —me dijo el Milesio—. Al menos, espero que lo recuerdes… Aún no lo has olvidado, ¿verdad?

Sacudí la cabeza.

—Puedo recordar cómo levantamos el campamento en las afueras de la aldea la noche anterior y todo lo que ocurrió después de eso.

—¿Dónde estamos ahora? —preguntó Io—. ¿Estamos muy lejos de Advenimiento?

—Nos encontramos en Aquernae —respondió el Milesio—, y debemos estar a unos cincuenta estadios de Advenimiento, que será nuestra próxima parada. Si hubiéramos tomado por el Camino Sagrado la distancia habría resultado algo más corta, pero supongo que Eutaktos debió de encontrar demasiado peligroso el ser acusado de impiedad.

Miró a Basias como buscando que éste confirmara sus palabras, pero el Cordelero se limitó a encogerse de hombros y se llevó el vaso a los labios.

—Ya he estado en Advenimiento —dijo Io—. Fuimos allí con Latro, Hilaeira y Píndaro. Latro durmió en el templo.

—¿De veras? ¿Y aprendió algo durante su estancia?

—Que la diosa no tardaría en devolverle el recuerdo de sus amigos.

Le pedí a Io que me lo explicara.

—No sé gran cosa porque no me hablaste con detalle de todo eso. Creo que le dijiste bastante más a Píndaro que a mí y probablemente escribiste mucho más de lo que le dijiste a Píndaro. Todo lo que sé es que viste a la diosa, y que ella te entregó una flor y te prometió que no tardarías en ver de nuevo a tus amigos. Todos éramos amigos tuyos, tanto yo como Píndaro e Hilaeira, pero creo que la diosa no se refería a nosotros. Creo que se refería a los amigos que perdiste al ser herido.

Basias me estaba mirando con el ceño fruncido.

—¿Te dio una flor durante tu sueño?

—No lo sé —respondí yo.

—Él me dijo que se la había dado —le explicó Io.

El Milesio hizo girar una lechuza sobre la mesa como si estuviera esperando que ello le inspirase un presagio.



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