Soldado de Arete by Gene Wolfe

Soldado de Arete by Gene Wolfe

autor:Gene Wolfe [Wolfe, Gene]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: ciencia ficción, Spanish
publicado: 2008-10-25T00:40:58+00:00


* Doy por supuesto que la abreviatura TC empleada por «Latro» es la palabra latina technicus. Es de suponer que el término empleado por Oeobazo sería la palabra griega Texví/nris, que habría sido reconocida inmediatamente por una persona que hablara latín. Al traducir tales términos suele ser imposible evitar la apariencia de que se ha producido un anacronismo. – GW(regresar)

Me volví a mirar, igual que hicieron todos los demás. Quien había hablado no era el joven de Parsa ricamente vestido (tal y como había esperado), sino un muchacho bastante más joven que él y cubierto con una harapienta piel de oveja.–¡Polos! –gritó Io al verle salir por la puerta; un instante después oímos el ruido de los cascos de su caballo alejándose al galope. Io se puso en pie–. Amo…

–¡Ni pensarlo! –La cogí por el brazo y la obligué a sentarse.

–Sólo quería preguntarle dónde había estado –me explicó Io–. No le he visto desde anoche.

–¿Estaba con nosotros antes?

–Sí, en la caverna sagrada de la Gran Madre –me explicó Hegesístrato–. Esta mañana dijiste que había estado hablando contigo junto a la hoguera la noche pasada, pero que había ido a beber agua y que no volvió. Supongo que debe de habernos seguido.

Elata se dirigió a nosotros, aunque creo que raramente habla con más de una persona a la vez.

–Procura ser de utilidad siempre que puede, y tiene un corazón animoso y jovial… Me alegra que haya decidido quedarse con nosotros. Pero tu amo tiene razón, Io. De noche las calles de esta ciudad inquieta no son el sitio más adecuado para una joven.

El hombre negro asintió enfáticamente.

Hegesístrato volvió a llenar su copa.

–Creo que no tardarán en volver; si alguno de los dos corriera peligro ya lo habría presentido… Io, creo que éste es un buen momento para compartir nueces y contar historias de fantasmas, y no para preocuparnos por los amigos ausentes. Tú me contaste una excelente cuando íbamos en el barco… ¿La recuerdas? Me hablaste de que tu amo estaba presente cuando un nigromante invocó a una muerta. Sé que él no puede recordarlo y dudo mucho de que los demás hayan oído esa historia, así que, ¿por qué no vuelves a contarla?

–¡Esa historia! –exclamó Acetes–. Juro por la Doncella que jamás en mi vida había estado tan asustado. Io no estaba allí. Creo que se enteró de lo ocurrido a través del poeta…, él también era de la Colina. Supongo que tú no te dedicarás a esas artes, ¿verdad, Hegesístrato?

–¿La nigromancia? –El mantis meneó la cabeza–. Le he dado el reposo a un par de fantasmas y en una ocasión interrogué a uno. –Hizo girar el vino en su copa y contempló los destellos que le arrancaba la hoguera: creo que era capaz de ver en ellos muchas más cosas que yo–. ¿Os habéis dado cuenta de que nuestros fantasmas están empeorando? –nos preguntó por fin–. Antes no eran más que almas perdidas que se habían alejado de las Tierras de los Muertos o que quizá nunca habían llegado



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