Slan by A. E. Van Vogt

Slan by A. E. Van Vogt

autor:A. E. Van Vogt
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ciencia ficción
publicado: 1946-01-01T00:00:00+00:00


XI

Fuera de la nave, el cielo era negro. Algunas estrellas centelleaban fríamente en la noche sin Luna. No había el menor rastro de nave enemiga, ni un movimiento, ni una sombra que se destacase contra la intensidad de aquel techo profundo, negro. Dentro de la nave, el silencio fue roto por un ronco grito procedente de la habitación contigua, seguido de un rencoroso alud de vituperios. Granny estaba despierta.

—¿Qué pasa? ¿Qué ha ocurrido?

Hubo un breve silencio, e inmediatamente después el súbito final del rencor y el alocado comienzo del miedo. Instantáneamente, sus aterrados pensamientos brotaron como un frenético chorro. Obscenas maldiciones, fruto del terror, saturaron el aire. Granny no quería morir. Que matasen a todos los slan, pero no a Granny. Granny tenía dinero…

Estaba borracha. El sueño había hecho que la bebida se apoderase nuevamente de ella. Jommy Cross cerró su mente a sus pensamientos y en el acto llamó por radio.

—¡Al comandante de las naves de guerra! ¡Al comandante de las naves de guerra! Joanna Hillory vive. Estoy dispuesto a dejarla libre al amanecer, con la única condición de que se me permita volver nuevamente al aire.

Hubo un silencio, y la voz pausada de una mujer penetró en la habitación.

—Joanna, ¿estás aquí?

—Sí, Marian.

—Muy bien —prosiguió la pausada voz de la desconocida—; aceptamos, bajo las siguientes condiciones: nos informarás con una hora de anticipación del lugar donde aterrizarás. El punto de aterrizaje debe estar situado por lo menos a cincuenta kilómetros, es decir, a cinco minutos de la gran ciudad más próxima, de modo que permitan la aceleración y desaceleración. Suponemos, desde luego, que crees poder escapar. Muy bien. Tendrás dos horas más de oportunidad y nosotros tendremos a Joanna Hillory. Es un buen cambio.

—Acepto —dijo Jommy Cross.

—¡Espera! —gritó Joanna. Pero Jommy Cross fue demasiado rápido para ella. Una fracción de segundo antes de que el grito hubiese salido de sus labios sus dedos habían desconectado la radio. Se volvió hacia ella.

—No hubieras debido levantar tu cortina mental. Era toda la advertencia que necesitaba. Pero, desde luego, te hubiera ganado de las dos maneras. Si no hubieses levantado la cortina mental hubiera captado también el pensamiento en tu cerebro. ¿Qué súbita pasión alocada es éste —preguntó mirándola con suspicacia— que te induce a sacrificarte sólo para negarme dos horas más de vida?

La muchacha permaneció silenciosa. Sus grandes ojos grises tenían una expresión más pensativa que nunca. En tono de gentil burla, Jommy Cross le dijo:

—¿No podría ser el hecho de concederme la posibilidad de escapar?

—Me estaba preguntando —dijo ella— por qué los timbres de alarma del edificio de las naves del espacio no nos advirtieron la forma exacta cómo te aproximabas a esta nave. Hay en esto un factor que al parecer no tuvimos en cuenta. Si debes realmente escapar con esta nave…

—Escaparé —dijo Jommy con calma—. Viviré a pesar de los seres humanos, a pesar de Kier Gray y de John Petty y de la cruel banda de asesinos que vive en el palacio. Viviré a pesar de la vasta organización de los slan sin tentáculos y sus asesinas intenciones.



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