Siete formas de mentir by Riley Redgate

Siete formas de mentir by Riley Redgate

autor:Riley Redgate
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Juvenil
publicado: 2017-09-28T08:26:46+00:00


Unos estudios científicos han demostrado que el viernes, a la hora del almuerzo, es el mejor momento para fumar frente al gimnasio, porque ninguno de los profesores de gimnasia quiere almorzar junto a la pista de atletismo, de modo que todo está desierto. Burke y yo estamos sentados debajo de las gradas, terminando de fumarnos la colilla de un porro, mientras unos delgados rayos de luz iluminan la chaqueta de terciopelo que Burke luce hoy. Cuando el porro se consume por completo, lo aplasto con el pie, rebuscando en mi bolsillo otro papel de liar.

—Bueno —dice Burke, agitando una bolsa vacía—, nos hemos fundido lo que quedaba.

Y yo respondo:

—Tengo en mi coche, ¿quieres que vaya?

Y él pregunta:

—¿Cuánto falta para que termine el almuerzo?

Yo consulto mi reloj.

—Veinte minutos —digo, y Burke asiente con gesto solemne.

—De acuerdo, ve.

Paso a través del laberinto de los soportes que sostienen las gradas, atravieso la pista y me dirijo por el sendero cubierto con una fina capa de cemento hacia el edificio principal. Cuando paso frente a los tráileres situados al pie de la colina del auditorio, el intenso sol vespertino se refleja en sus tejados y muros blancos, obligándome a entrecerrar los ojos y protegerlos tras un escudo de lágrimas. Me recuerda el resplandor de la nieve, la nieve de las riberas de Chestnut Peak, donde hace seis eneros mi familia y yo fuimos a esquiar, donde mi padre se cayó y se partió una vértebra pero insistió en quedarse para que mi madre y yo pudiéramos disfrutar de unas auténticas vacaciones. Que yo recuerde, es la última vez que mi padre hizo algo generoso por alguien.

Mi visión empieza a oscurecerse y desvanecerse bajo el resplandor de los tráileres, una hilera de ampollas como fruta dañada bordeando la dolorosa blancura, y levanto una mano para bloquear la luz, dispuesto a darme la vuelta, cuando veo una pequeña figura sobre uno de los contenedores: Valentine Simmons, encaramándose hacia el borde del techo. Me detengo junto a un gigantesco roble, temiendo durante un segundo que se caiga, aunque no se haría mucho daño porque los tráileres tienen el techo tan bajo que es como dar clase en unas cajas de zapatos. Por un segundo, la corteza del árbol frente a mi rostro me distrae: una hilera de hormigas rojas repta sobre el grano de la corteza, y tengo la sensación de que podría sostener una larga charla sobre lo que eso significa en el contexto de la Humanidad, pero me olvido rápidamente, porque Valentine distrae mi concentración saltando del techo y acercándose a la puerta del tráiler con una sonrisa de satisfacción en la cara, como si esperara una sorpresa agradable, la cual se produce, porque al cabo de un instante alguien sale de la puerta y se aproxima tanto a él, que juraría que se están besando…

Un momento. ¿Se están besando?

Asomo la cabeza, tratando de ver mejor, pero no sé si se están besando o están colocados en un ángulo forzado, manteniendo una intensa conversación.

Pero, cuando



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