Si mañana muero by Eugenio Fuentes

Si mañana muero by Eugenio Fuentes

autor:Eugenio Fuentes [Fuentes, Eugenio]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 2013-03-31T16:00:00+00:00


17

En un mes he avanzado mucho en el mural. De nuevo he comprobado que trabajar con una fecha fija de entrega no me bloquea y que, apremiado por el tiempo, mi inspiración fluye con mayor soltura que cuando el encargo queda fiado a largo plazo. Las imágenes acuden puntuales a la pared y al lugar oportuno. Pocas veces había trabajado con tanta fluidez, dando rienda suelta al brazo y a los ojos que se deslizan por los muros del Mausoleo para fijar todo lo que he visto en Breda en estos meses: imágenes de la tierra y de sus frutos, de los rostros de sus habitantes y de la guerra, que acuden a borbotones a mi cabeza para que los plasme en el yeso que embebe los pigmentos. Aunque los colores no adquieren el brillo del óleo, se hacen perdurables sobre la piedra. Con la ayuda de Marta avanzo en varios frentes a la vez, salto de uno a otro andamio dibujando, esbozando en papel o estarciendo, corrigiendo y pintando, de modo que poco a poco se va completando la configuración general del mural. En ocasiones, y a pesar de todos mis cálculos, los estudios y bocetos que he hecho en papel no siempre encajan bien en la pared y surgen desviaciones que me obligan a corregir, pero nada me detiene.

El trabajo me excita y me fatiga al mismo tiempo. Algunas tardes, cansado, siento pereza de subir al andamio, pero luego, rodeado por los rostros tan cercanos de las figuras, por los detalles que quiero completar, el cansancio desaparece y aprovecho ese impulso para seguir adelante. Obedezco la consigna que mi antiguo maestro no supo aplicarse a sí mismo: «Pinta cada cuadro como si fuera el último de tu vida, como si te fueras a morir mañana». Si existe la inspiración, es algo muy similar a ese furor expresivo que a veces siento allí arriba, durante horas olvidado de todo, de beber y de comer, de descansar y de dormir, hasta que de pronto vuelve la fatiga y descubro que ha transcurrido mucho tiempo.

Me levanto temprano por las mañanas, en cuanto se marchan los compañeros, porque soy incapaz de seguir en la litera mientras ellos van a enfrentarse a una tarea más dura y peligrosa que la mía. Desayuno lo que hayan dejado en las cocinas del anexo y sin demora me pongo a trabajar. Hasta que llegó Marta estaba solo, observado por los milicianos que regresaban de un turno y también por algunos paisanos de Breda que venían a curiosear. A varios de ellos les he pedido que posen como modelos y se han prestado con entusiasmo y asumen con seriedad su función. Permanecen inmóviles en la postura o en la actitud que les indico, encantados luego de reconocer su rostro en la pared, de analizar su parecido. En otras ocasiones, en cambio, los curiosos me distraen con sus observaciones y comentarios sobre una escena o sobre el boceto de un personaje:

—¡Eh, pintor! ¿Necesitas a alguien más que haga de modelo? Me ofrezco si me sacas favorecido —decía un miliciano.



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