Sherlock Holmes, Relatos 2 by Arthur Conan Doyle

Sherlock Holmes, Relatos 2 by Arthur Conan Doyle

autor:Arthur Conan Doyle [Doyle, Arthur Conan]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Relato, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 1907-01-01T05:00:00+00:00


—¿Qué sentido tiene esto, Watson? —dijo Holmes solemnemente mientras dejaba caer el papel—. ¿Qué objeto cumple este círculo de sufrimiento y violencia y miedo? Debe tender a algún fin, o, si no, nuestro universo está gobernado por el azar, lo que sería impensable. Pero ¿a qué fin? Ahí está el gran problema permanente y eterno al que la razón humana está tan lejos de dar respuesta como siempre.

LA AVENTURA DEL CÍRCULO ROJO

1

—Pues bien, señora Warren, no logro ver una causa concreta para su inquietud, ni entiendo por qué yo, teniendo en cuenta que mi tiempo es para mí valioso, debería intervenir en el asunto. Tengo otras muchas cosas que reclaman mi atención.

Así le habló Sherlock Holmes, y se volvió hacia el gran álbum de recortes en el que estaba ordenando y catalogando parte de su reciente material.

Pero la casera tenía la perseverancia y también la astucia de su sexo. Se mantuvo firme.

—Usted solucionó un caso para un huésped mío el año pasado —dijo—, el señor Fairdale Hobbs.

—Ah, sí… un asunto sencillo.

—Después de eso nunca dejaba de hablar de usted… de su amabilidad, señor, y de la manera en que había esclarecido lo que parecía oscuro. Recordé sus palabras cuando me entraron las dudas y me vi perdida. Sé que podría esclarecerlo con que lo deseara.

A Holmes se le podía abordar por el lado de la adulación, y, también, para hacerle justicia, por el lado de la amabilidad. Ambas fuerzas hicieron que depusiera su pincel de pegamento con un suspiro de resignación y que arrastrara hacia atrás su silla.

—Bueno, bueno, señora Warren, oigámoslo. No le molesta el tabaco, supongo. Gracias. Watson… ¡las cerillas! Está usted inquieta, según he entendido, porque su nuevo huésped se queda en sus habitaciones y no puede verlo. Por Dios, señora Warren, si yo fuera su huésped, con frecuencia no me vería usted durante semanas seguidas.

—Sin duda, señor mío; pero esto es diferente. Me aterra, señor Holmes. No puedo dormir por miedo. Tengo que oír sus pasos inquietos moviéndose de acá para allá desde la mañana temprano hasta avanzada la noche, y, a pesar de ello, nunca lo he ni entrevisto… es más de lo que puedo soportar. Mi marido acaba tan nervioso como yo, pero sale a trabajar todos los días, mientras que yo no descanso de ello en todo el día. ¿Por qué se está escondiendo? ¿Qué ha hecho? Salvo por la chica, estoy completamente sola en casa con él, y es más de lo que mis nervios pueden soportar.

Holmes se inclinó hacia delante y puso sus largos y delgados dedos sobre el hombro de la mujer. Tenía un poder casi hipnótico para tranquilizar cuando lo deseaba. La mirada aterrorizada se desvaneció de sus ojos, y sus facciones crispadas se relajaron hasta volver a la normalidad. Se sentó en la silla que le había indicado.

—Si lo acepto, debo entender cada detalle —le dijo—. Tómese tiempo para reflexionar. El detalle más pequeño puede ser el más esencial. ¿Dice que ese hombre llegó hace diez días y que le pagó por una quincena de casa y comida?

—Me preguntó por mis condiciones.



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