Los cuarenta y siete ronin by Tamenaga Shunsui

Los cuarenta y siete ronin by Tamenaga Shunsui

autor:Tamenaga Shunsui [Shunsui, Tamenaga]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Drama, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 1880-01-01T05:00:00+00:00


XVIII

EL SAMURAI FUWA EJECUTA UN ACTO DE JUSTICIA

N las afueras de Kamakura, a un tiro de ballesta de la imagen de bronce de Buda, se encontraba una yadoya muy popular, regentada en la primavera de 1701 por dos hombres y una mujer que, por su acento, debían proceder de Akó aunque ellos aseguraban ser originarios del sur.

Administraban su establecimiento de forma muy peculiar; no permitían a los criados pernoctar en la casa y según se rumoreaba con insistencia habían sido bandoleros. Uno de los hombres era un anciano, el otro parecía ser pariente suyo y estaba casado con la tercera socia. Casi nadie creía que usaran sus verdaderos nombres. Ambos se sentían dominados por la mujer quien, rodeada de todo lujo en su sala privada, les impartía órdenes incesantes y los trataba como a pordioseros, haciéndoles trabajar por cuatro. Esa mujer, la verdadera propietaria, lo dirigía todo; y hasta los clientes sufrían a veces su mal humor.

Una tarde, el samurai Fuwa, ataviado a la manera tradicional, llegó al mesón y dirigiéndose a la mejor estancia pidió refrescos y anunció su intención de pasar allí la noche.

Le habían hablado del establecimiento unos días antes, y desde ese momento sintió deseos de visitarlo, pues su espíritu aventurero le llevaba siempre a los sitios donde pudiera entrar en acción. También le habían comentado que el Primer Consejero del señor Kirá acostumbraba a ir a esa yadoya.

Cuando el camarero informó a su ama de las órdenes del recién llegado, ella exclamó:

—No mantengo un establecimiento para dar gusto a los samurais pobres.

—No es pobre, señora. Creo que se trata del samurai Fuwa, que ha ganado mucho dinero debido a las desgracias de su Señor. Exhibe una gran bolsa.

—¿Una gran bolsa?… ¿De verdad?… Esto cambia las cosas. No sois bastante buen mozo para servir a tan ilustre huésped. Enviad a nuestra mejor camarera y que le haga consumir los manjares y bebidas más caros.

Mientras servían al ronin de rudo semblante, entraron en la habitación su esposo y su socio, y ella les dijo:

—Mirad por el ventanuco a nuestro nuevo huésped. Está cargado de dinero. Tendréis que ocuparos de él esta noche.

El mayor de los dos, poniéndose sus lentes de cuerno, se acercó a unos agujeros practicados en la pared y comenzó a temblar.

—¿Sufrís algún ataque? —preguntó la mujer agriamente—. ¿Qué os pasa?

Volviendo su empalidecida cara hacia ella, susurró con voz ronca:

—¡Dioses! Es el samurai Fuwa. Ha llegado nuestro fin, tendremos que devolver todo lo que hemos robado.

—Siempre habéis sido un cobarde. ¿Quién se ocupará del samurai Fuwa?

—Pero, honorable señora —balbuceó el marido—, Fuwa es un verdadero demonio. Nuestras vidas no valen ni una mísera moneda.

—Escuchad —dijo ella—, a mí no me conoce. Le serviré personalmente. Esta noche, cuando duerma, podréis librarnos de su molesta presencia.

—Quitadle sus espadas, querida mía —sugirió el esposo con voz temblorosa—. No nos atreveremos a atacarle mientras tenga sus armas.

—Contad conmigo para todo —contestó ella—. Os volvéis cada día más cobardes. Este sake añejo acabará por vencerle.

A la hora del Ratón, el



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