Sentimientos de cuero y acero by Jorge Diez Miguélez

Sentimientos de cuero y acero by Jorge Diez Miguélez

autor:Jorge Diez Miguélez
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Fantástico, Novela
publicado: 2014-04-23T22:00:00+00:00


XVII

Asalto

Un golpe seco desgarró la paz que se respiraba en el sueño. El silencio propio de la noche, su calma, su misterio, fueron vapuleados en un único instante. Con estruendo, los listones de madera que instantes antes conformaban la puerta de la habitación, salieron proyectados y se dispersaron sobre el suelo hechos pedazos. El cerrojo rebotó sucesivamente hasta encontrar freno contra la pata de la mesilla.

El porrazo despertó a los dos compañeros al unísono. Sobresaltados se agitaron en sus lechos y observaron desenfocados hacia la entrada entre sus legañosos párpados. Berem se giró con un movimiento brusco encarando hacia la entrada. Algunas astillas y pedazos del portón, dispersos sobre su manta, cayeron al suelo. Ralán se desperezó del profundo sueño como si un rayo le hubiese insuflado una descarga de energía. Sus ojos se aclimataron casi instantáneamente a su nueva condición de actividad, no así su mente que se encontraba sorprendida y enmarañada.

Dos hombres embotados en bozales y capas negras penetraron arrebatadamente en la estancia. Uno de los individuos alzó su arma y asestó una estocada al cuerpo yacente de Berem. El soldado parecía tener problemas para adaptarse a la claridad que entraba por el hueco de la puerta. El instinto y el entrenamiento le hicieron rodar sobre sí mismo hasta caer del camastro. El filo de un cuchillo se introdujo precipitadamente en el jergón rasgando la funda y la lana en el lugar donde instantes antes reposaba el pecho del soldado.

El elfo se abalanzó sobre sus armas pero la carga del otro atacante le atajó. Un sesgo de la espada del mismo le impidió alcanzar la suya propia, pero tuvo la lucidez suficiente para conseguir blocar el movimiento usando un pedazo de la descalabrada puerta. La madera no resistió el golpe del metal y se quebró, pero cumplió su misión de evitar que el acero alcanzara su cuerpo postrado sobre el piso. Ralán lo desequilibró con una patada y consiguió ponerse en pie con un acrobático giro sobre su espalda. Le era imposible alcanzar la espada, no así su carcaj, del que pudo coger una flecha que ocultó tras su brazo

Berem se rearmó rápidamente, se incorporó asiendo la base del catre por el lateral y lo izó con fuerza trabando a su agresor contra la pared. Se dispuso a asir su arma pero la aparición de un tercer hombre, enarbolando una espada corta, le cortó su avance. El soldado esquivó el filo y dispensó un potente puñetazo en la mandíbula del agresor con un mismo movimiento. Los agresores no parecían muy diestros en la lucha. Cogió su espada envuelta en su funda y de un puntapié desplazó la mesa contra los dos oponentes.

El elfo, desarmado salvo la insignificante saeta, mantenía la mirada fija de su adversario, retador. El hombre sucumbió a la precipitación y cargó sin atender a la cautela de un golpe bien ejecutado. Ralán se agachó presto y le clavó la punta de la flecha en el costado. La hoja enemiga golpeó con un repiqueteo metálico sobre la pared desconchándola.



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