Selección automática by Yukiko Motoya

Selección automática by Yukiko Motoya

autor:Yukiko Motoya [Motoya, Yukiko]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Distopía
editor: ePubLibre
publicado: 2021-01-01T00:00:00+00:00


Mis eventos

Esa mañana unos sospechosos cirros cubrían el cielo. Tashiro Katsuyuki paseaba a su perro Goro por un malecón cercano a su casa. Mientras caminaba leía, concentrado, las noticias de internet.

—Oye, mamá.

Katsuyuki apartó la mirada del smartphone y, con gesto serio, llamó la atención de su mujer, que iba por delante de él vestida con un chándal de deporte para sudar mucho resistente al agua.

—¿Decías algo, papá?

Harimi, que andaba unos diez metros por delante, se quitó los auriculares y se dio la vuelta. Preocupada por el aumento de peso, había empezado a pasear con más frecuencia y en las mañanas de días festivos, como aquél, tenía por costumbre salir a pasear al perro con su marido por los márgenes del río.

Al ver que Harimi se había parado un poco más adelante, Katsuyuki, con paso corto y algo desganado, trató de alcanzarla.

—Dime, ¿seguro que no ha llegado el paquete?

—No, ya te dije que no. No ha llegado nada. —Dicho lo cual, Harimi hizo unos estiramientos suaves de rodillas a la espera de que Katsuyuki la alcanzara.

—¿No dejó un aviso el mensajero?

—Si tanto te preocupa, ¿por qué no llamas para preguntar?

—Sí, por eso comprobé el estado del envío y todavía aparece como no entregado.

—¿Qué tal si tienes un poco de paciencia? —Dicho esto, Harumi inició una tanda de estiramientos del tronco superior moviendo la cintura. Le preocupaba bastante su apariencia. Era alta y lucía buen cuerpo para sus cuarenta y pocos años. La dieta se imponía más bien para su marido, cuya tripa aumentaba en prominencia; éste, con pantalones anchos, mientras se rascaba el barrigón grasiento dijo, molesto:

—Ya, ya, pero es que…

—El paquete tenía que haber llegado ayer por la mañana, ¿a que sí? Bien que me tomé la molestia de indicar una hora de recepción del envío; lo normal es que se entregue en el tiempo fijado. ¿No te parece? Cualquiera, por tonto que sea, entenderá lo importante que es para un empleado de oficina el sábado por la mañana. ¿Verdad? Además, ¿cómo crees que eso repercute en mí? ¿Quién es responsable del perjuicio causado al tenerme esperando el paquete?

Katsuyuki seguía protestando mientras tiraba fuerte de la cadena enrollable del perro.

—Pero, papá, ¿cuándo hiciste el pedido de ese paquete? —dijo, como si tal cosa, Harimi.

—Pues cuándo iba a ser. Anteayer.

Al contestar indignado, ella dijo directamente:

—Ya. Pues qué le vamos a hacer.

—¿Cómo que qué le vamos a hacer? Les indiqué que debían entregarlo ayer por la mañana.

—Papá, no me digas que no leíste bien la página web. En la parte superior advierte de que se prevén retrasos en envíos en algunas zonas.

—Ah, ¿sí?

—Así es.

Al zanjar así de contundente la conversación su mujer, Katsuyuki empezó a refunfuñar por lo bajo:

—Vaya. Entonces, estaba escrito en la web. No me di cuenta. La verdad es que últimamente me cuesta mucho ver los caracteres pequeños. —Dicho esto, carraspeó, nervioso, y empezó a frotarse los ojos, como adrede, y lanzó la mirada al otro lado de la orilla, pero al poco volvió a sacar pecho—. De todos



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