Señor y perro by Thomas Mann

Señor y perro by Thomas Mann

autor:Thomas Mann [Mann, Thomas]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Fiction, General
ISBN: 9788435015912
Google: LwxPAAAACAAJ
Amazon: 8435015912
editor: EDHASA
publicado: 1984-06-14T22:00:00+00:00


LA CAZA

La región es rica en animales de caza y nosotros los cazamos; quiero decir: Bauschan los caza y yo lo contemplo. Así, de esta manera, perseguimos liebres, perdices, ratones de campo, topos, patos y gaviotas. Pero no nos detenemos tampoco ante la caza mayor, no; nos atrevemos también con los faisanes, y aun con el corzo cuando, en invierno, uno de ellos acierta a extraviarse por nuestro bosque. Es un espectáculo apasionante el del esbelto animal de largas patas, amarillo por contraste con la nieve, huyendo, con rítmico balanceo de su parte trasera, ante el diminuto Bauschan, que corre con todas sus fuerzas concentradas. Yo sigo la escena con grandísimo interés y tensión de ánimo. No porque haya de salir nada de ella; nunca ocurrió ni ocurrirá nada; pero la ausencia de unos resultados tangibles no aminora el placer y la pasión de Bauschan, como no disminuye lo más mínimo mi propio deleite. Cultivamos la caza por ella misma en sí, no por el botín, por el provecho positivo y, como ya dije, Bauschan es un elemento activo. De mí no espera sino una asistencia moral, puesto que, por experiencia personal e inmediata, no conoce otra especie de colaboración, otra manera más activa y objetiva de llevar la cosa adelante. Subrayo las palabras «personal» e «inmediata», pues es más que probable que sus antepasados, por lo menos los que pertenecieron a la raza de los perdigueros, conocieron una caza más auténtica, y en diversas ocasiones me he preguntado si no existiría en él un recuerdo que pudiera ser despertado por un choque casual. En su estado evolutivo, la vida del individuo se distancia más superficialmente de la especie que en nuestro caso; nacimiento y muerte significan una fluctuación menos profunda del ser, tal vez los caracteres hereditarios de la raza se conservan más fijos, hasta el punto de que no sería sino una contradicción aparente hablar de experiencias innatas, de recuerdos inconscientes que, al ser evocados, fuesen capaces de desconcertar al individuo con respecto a sus vivencias personales y ponerle en pugna con ellas. Esta idea me persiguió una vez causándome cierta inquietud, pero pronto me la quité de la cabeza, del mismo modo como Bauschan se sacudía de la suya, evidentemente, el acontecimiento brutal de que fuera testigo y que motivara aquellas especulaciones mías.

Suele ser mediodía cuando salgo de caza con él, las once y media o las doce; a veces, especialmente en los días de verano muy calurosos, incluso muy avanzada la tarde, hacia las seis o más, y puede darse el caso de que salgamos dos veces. Sea como fuera, mi estado de ánimo es, en tales ocasiones, totalmente distinto del que preside nuestros ociosos paseos matinales. El sosiego, el frescor de aquel momento se desvanecieron horas ha, he estado bregando y luchando entretanto, venciendo obstáculos, de tal modo que me debatía rabioso con un problema cuando ya otro, más complejo y dilatado, se presentaba a mi atención y debía considerarlo y resolverlo en todas sus ramificaciones, sin perder la ecuanimidad; y así se siente mi cabeza fatigada.



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