Schopenhauer como educador by Friedrich Nietzsche

Schopenhauer como educador by Friedrich Nietzsche

autor:Friedrich Nietzsche [Friedrich Nietzsche]
La lengua: eng
Format: epub
publicado: 2022-09-08T13:40:34+00:00


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13 Cfr. Goethe, J. W. von, ob. cit., VI (en Werke, loc. cit., vol. 7, págs. 406-407).

14 En carta a Charlotte von Stein fechada el 3 de marzo de 1985.

6

En ocasiones resulta más difícil aceptar una cosa que comprenderla. Y puede que sea ése el caso de la mayor parte de quienes reflexionen sobre lo siguiente: «La humanidad debe trabajar sin descanso en la creación de algunos grandes hombres. Ésa y no otra es su tarea.» ¡Cuán decididamente querría aplicarse a la sociedad y a sus fines una enseñanza que puede sacarse del estudio de todas las especies del mundo animal y vegetal, en el que lo único que cuentan son algunos ejemplares superiores, donde sólo lo más raro, poderoso, complejo y fructífero juega algún papel! ¡Cuán resueltamente lo haríamos de no oponer la más tenaz resistencia los prejuicios adquiridos sobre el fin de la sociedad! En realidad, nada menos fácil que comprender que el fin de su evolución se encuentra allí donde una especie ha alcanzado su límite y comienza su transición a otra especie superior y no, ciertamente, en la masa de los ejemplares y en su bienestar, ni menos en los ejemplares que desde un punto de vista estrictamente temporal son los últimos. Dicho fin parece, por el contrario, haberse cumplido en las existencias aparentemente dispersas y casuales que aquí y allá cobran alguna vez vida en circunstancias favorables. Y no más difícil tendría que resultar la comprensión de la exigencia de que la humanidad busque y produzca, precisamente porque puede acceder a la consciencia de su fin, las condiciones favorables necesarias para el surgimiento de aquellos hombres grandes llamados a redimirla y liberarla. ¡Sólo que cuántos impedimentos y objeciones no harán aquí acto de presencia! Para unos, el fin último debe radicar en la felicidad de todos o del mayor número; para otros, en el desarrollo de grandes comunidades. Y la rapidez con que alguno toma la decisión de sacrificar su vida, pongamos por caso, al Estado, muta en reflexión lenta y cavilosa cuando tal sacrificio no le es exigido por un Estado sino por un individuo. Que un hombre tenga que estar aquí para otro hombre es cosa que parece absurda. «¡Antes bien, por el contrario, para todos o, cuanto menos, para el mayor número posible!» ¡Como si fuera más razonable, mi buen amigo, dejar que sea el número lo que decide allí donde lo realmente importante son el valor y el sentido! Porque ésta y no otra es, en definitiva, la cuestión: ¿cómo adquiere tu vida, la vida del individuo, su máximo valor, su más profundo sentido? ¿Qué hemos de hacer para dilapidarla lo menos posible? Sólo tienes un camino: vivir en provecho de los ejemplares más raros y valiosos, no en provecho de los más, es decir, de los que, tomados individualmente, valen menos. Es preciso implantar y cultivar en el hombre joven la idea de que él mismo tiene que considerarse, en cierto modo, como una obra fracasada de la naturaleza.



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