Sangre en las manos by Arantxa Rufo

Sangre en las manos by Arantxa Rufo

autor:Arantxa Rufo [Rufo, Arantxa]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Policiaca
publicado: 2020-10-07T22:00:00+00:00


23,

Sábado, 21 de septiembre – 19:41 h.

Bismarck. Dakota del Norte

La propiedad de Mack Wyarmann se alzaba en mitad de ninguna parte, bajo las pinceladas rojas que teñían de sangre el cielo y una bandera americana en lo alto de un mástil de cinco metros ante la puerta. En una esquina de la enorme parcela, una zona de juegos infantiles se oxidaba a la espera de que Adele Wyarmann llevara de visita al nieto de la familia. A unos doscientos metros, limítrofe con el bosque, dormitaba el granero que M.J., el otro hijo de Mack, había reformado para convertirlo en su hogar. Aquella soledad era el punto fuerte de la casa, lo mismo que había buscado el padre de Kat en la cabaña de Valley City y lo mismo que buscaba ella allí donde iba. Quizá los traumas dejan las mismas cicatrices en todas las personas, o quizá, simplemente, todos los asesinos piensan igual.

Aparcado detrás de la casa, a trescientos metros de la propiedad, un GMC Yukon había sido engullido por las sombras del anochecer que avanzaba lentamente.

En su interior, mucho antes que la oscuridad había caído el silencio.

Kathleen y Jason llevaban allí más de una hora. Habían tenido tiempo de comprobar que la casa estaba vacía y que nadie la vigilaba. Nadie los esperaba. Tenían vía libre.

Con eso bajo control, se dedicaron a repasar el informe del hacker sobre el militar. Había en aquellas páginas muchos datos que ella conocía, los relativos a su familia, su matrimonio y su pasado como miembro de un equipo SEAL; y también cosas que ella ignoraba: condecoraciones, apariciones en prensa, la granja que había comprado a unas horas de allí para utilizarla en la época de caza, jubilación, informes médicos, fiscales...

Todavía repasaba los datos que ya sabía de memoria, cuando las luces del Ford del veterano rompieron la noche.

Kathleen dirigió una última mirada a su socio, una última oportunidad. Había intentado convencerlo para que se quedara al margen, que la esperara en el motel o que, incluso, regresara a Londres. Él se negó entonces y ahora, también. Ella no insistió. Si quería ver con sus propios ojos la clase de persona que ella era…

Adelante.

Bajó del coche y abrió el maletero. La bombilla que habían desconectado no delató su presencia. A la fría luz de la noche, el Fantasma sacó el Remington. No era el arma que cualquiera habría elegido para un trabajo como aquel, pues si esa noche se enfrentaba a Mack lo haría a escasos metros de distancia, en un espacio cerrado en el que el fusil abultaría como un cañón. Lo lógico habría sido utilizar la 9 milímetros de Jason, pero eso no sería apropiado, no sería… bonito. Por ridículo que sonase, el fusil era la elección adecuada.

Ella cargaba el Remington; el informático, la Glock. Y sobre la innegable presencia del arma en las manos de su mejor amigo, lo que detuvo el corazón de Kathleen fue el brillo resoluto de sus ojos. Él estaba dispuesto a disparar, sobre todo si debía hacerlo por ella.



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