Salvando a Livia (Spanish Edition) by C. Velarde

Salvando a Livia (Spanish Edition) by C. Velarde

autor:C. Velarde [Velarde, C.]
La lengua: spa
Format: epub
publicado: 2022-04-24T22:00:00+00:00


19. LA FORTALEZA

Aníbal Abascal

Sábado 22 de julio

Rumbo a Sierra Madre Occidental

La mujer de la fotografía estaba firmada con el nombre de «Valentino Russo»

Ella estaba a cuatro patas, y aun si no se le veía el rostro completo, salvo unos inflamados labios rosados y una lengua puntiaguda de la que goteaban restos de semen, sabía que no era Livia.

La mujer de esa fotografía, situada en una posición demasiado obscena, no podía ser mi mujer. Pero sus pechos tan carnosos; esas formas tan pesadas y desmesuradas que caían como un par de peras… se parecían a las suyas.

Ese minúsculo lunar rojizo al lado de su areola enormísima lo había mordido con los dientes muchas veces mientras mi niña lloraba y jadeaba de placer.

Mi lengua conocía bien cada trazo de esas abultadas colinas. Las había impregnado con mi lengua, con mi su sudor y con mi semen. Esas dos gordas prominencias habían rebotado en mi cara infinidad de veces, y esos pezones, que ahora lucían con un par de piercing, se habían clavado en mis pectorales cada vez que mi falo había ingresado en su acuosa gruta vaginal.

—¡Ha sido Ezequiel! ¡Ha sido el hijo de puta de Ezequiel —estallé ante Lola mientras me dirigía al helipuerto que me llevaría a la Fortaleza.

—¡¿Y si ha sido Valentino?! —Lola corría detrás de mí—. ¿Por qué mierdas no crees que ese maldito Lobo sea el que te envía esas «bitácoras de emputecimiento» y esas fotografías a tu correo electrónico?

Se unieron a mi formación cuatro lugartenientes que sacaron sus armas mientras me conducían al subterráneo secreto que había mandado construir casi veinte años atrás previendo una contingencia como esta. Todo el mundo me estaba vigilando, y por eso era imperativo ir hasta ese helipuerto que estaba apartado de la mansión en perfecto secretismo.

—¡Valentino mismo te lo ha firmado, Aníbal! ¿Por qué carajos piensas que no ha sido él?

—¡Porque ese mierda está muerto! —le revelé, cuando llegamos a la boca del subterráneo.

—¿Cómo que está muerto? —se horrorizó ella.

—¡Me colmó la paciencia, y lo nulifiqué!

—¡Por Dios, Aníbal…!

—Así que no me cabe ninguna duda, Lola, de que fue tu marido. ¡Ese cornudo de porquería sigue chingándome, y ten la seguridad de que su maldita terquedad le saldrá muy cara! ¡Va a padecer el cabrón, aunque se me esconda debajo de las piedras! Ahora, Lola, vete a fastidiar a otro sitio donde yo no te vea.

Mis sicarios y yo bajamos los escalones del subterráneo, y ahí nos esperaba un coche que nos condujo hasta un punto muerto, desde donde nos dirigirnos en carretera hasta mi helicóptero, a fin de llegar antes del atardecer a un lugar escondido entre la Sierra Madre occidental; allá donde Miguel Montiel y Dumbela ya me estaban esperando.

El helicóptero aterrizó justo a tiempo, en un complejo muy amplio donde había otros tres helicópteros. Me recibieron el resto de mis sicarios con asentimientos de respeto, pues ellos estaban ocupando esa casa de seguridad como cuartel y con fines de entrenamiento.

Me encontré con Dumbela, el reemplazo provisional del Tamayo



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.