Sólo se muere una vez by Alex Simmons

Sólo se muere una vez by Alex Simmons

autor:Alex Simmons
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Aventuras, Novela
publicado: 2019-03-26T23:00:00+00:00


SEGUNDA PARTE

SóLO SE MUERE UNA VEZ

La muerte es una esquina que todos hemos de doblar, una bifurcación definitiva que nos aleja de la gran avenida de la vida. Temer a la muerte es un sentimiento natural de los seres humanos, pero aborrecerla es poner en el final de la existencia una nota amarga y desesperada.

CAPÍTULO V

Si algo definía de un modo determinante el carácter del coronel Yoshitaro Nishimura, era evidentemente la extrema rapidez de sus reacciones. Quizá aquella peculiaridad de su manera de ser se había solidificado en Europa.

Formando parte, como agregado militar, de la embajada japonesa en Berlín, tuvo la oportunidad de seguir de cerca, gracias a la firme amistad germano- nipona, de ser testigo de excepción en los primeros triunfos de la Wehrmacht, en Polonia primero y luego en el Oeste, hasta el colapso de las fuerzas anglo francesas, que culminó con el golpe mortal de Dunkerque.

Se concedió al coronel nipón un permiso especial para seguir de cerca el curso de las operaciones militares desde aquel triste domingo, primer día de setiembre de 1939, cuando la paz saltó definitivamente en pedazos, al tiempo que las Panzerdivisionen entraban en territorio polaco.

En Alemania, Nishimura aprendió muchas cosas, especialmente el espíritu de decisión, la rapidez inimaginable en la maniobra; en una palabra, la puesta en marcha de aquel sorprendente fenómeno bélico que se conocía con el nombre de «guerra relámpago».

Cuando Yoshitaro regresó a su patria, aportó a la esencia de los Estados Mayores de su país infinidad de preciosas lecciones que había aprendido de los germanos, verdaderos maestros en el arte de la guerra.

Más tarde, como si el emperador desease que demostrara en la práctica todo lo que había aprendido en el Tercer Reich, se le confió la delicada misión de establecer, en la minúscula isla de Namea, al norte de Nueva Guinea, una importante base de abastecimiento para los submarinos, que iba a ser bautizada con el pomposo nombre de Mikado 3.

Aprovechando la existencia de un complejo número de grutas submarinas que existían al norte de Namea por algo se eligió aquel islote, se concedió al coronel dos semanas para ultimar el importante depósito, cuya utilización urgente imponía tan corto plazo.

Se le dijo que el único obstáculo que podía encontrar era la proximidad de una aldea, Alika, habitada por una tribu de papúes muy belicosa y que, según noticias fidedignas, proseguía practicando el canibalismo.

Naturalmente, la molestia que representaba la proximidad de aquellos salvajes era mínima, pero después de lo que había aprendido en Alemania, Yoshitaro no era de los hombres que corriesen el menor riesgo. Por eso, mientras planeaba el desembarco inicial, que iba a ser seguido de inmediato por la llegada de los buques cargados con lo necesario para el depósito, llamó a su lado al comandante Teruo Kiyokawa, jefe de la unidad de Comandos Imperiales que iba a quedarse en Namea como fuerza de defensa.

—No quiero historias —le dijo Yoshitaro, yendo directamente al grano—. No necesitamos gastar una sola bala en esos salvajes antropófagos, como tampoco deseamos aniquilarlos. Si lo hiciésemos, la propaganda enemiga podría aprovecharse de ello.



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