Rosa irlandesa by Nora Roberts

Rosa irlandesa by Nora Roberts

autor:Nora Roberts
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Romántico
publicado: 1988-02-29T16:00:00+00:00


Capítulo 7

¿Acaso había perdido el juicio? Erin permanecía sentada en el coche de Burke, observando cómo la luz de los faros hendía la oscuridad de la noche, y no oía nada salvo el martilleo de su corazón en los oídos. Debía de estar loca al mandar al diablo toda precaución, todo sentido común. ¿Por qué nunca le había dicho nadie que la locura sabía a libertad?

Nunca había sido tan autodestructiva. ¿O sí?, se preguntó, mareada por la velocidad, la noche y el hombre que tenía al lado. Quizá se trataba de otro rasgo de su carácter que no había identificado hasta entonces. La necesidad de asumir los riesgos sin pensar en las consecuencias. De lo contrario, ¿por qué no le pedía que parase y diese media vuelta?

Erin apretó los puños hasta que los nudillos se le pusieron blancos. No estaba segura de que Burke la escuchara, aunque no era eso lo que le impedía hablar. No, el motivo era que no solo había perdido el juicio. También había perdido el corazón.

Quizá ambas cosas fuesen la misma, se dijo Erin.

Era una locura amar a Burke. Pero lo amaba, como jamás imaginó que podría amar a alguien. Dicho amor iba acompañado de una suerte de ferocidad, de una desesperación que, en lugar de llenarle el corazón, se lo oprimía. Era como si se le hubiera formado un nudo fuerte y ardiente en el pecho.

¿Esa sensación producía el amor? ¿No debía ser una mezcla de dulzura, calidez y sosiego… en lugar de una salvaje combinación de fuerza y de terror? Por mucho que lo intentara, no conseguía detectar un atisbo de ternura en sus sentimientos. Quizá fuesen un reflejo de los del propio Burke. Lo miró de soslayo, sin apreciar ningún signo de amabilidad en él. Tenía las manos aferradas al volante y miraba fijamente hacia la carretera.

Erin apretó los labios y se dijo que no debía ser una tonta romántica. El amor no tenía que ser tierno para ser auténtico. ¿Acaso no había sabido desde el principio que, en lo referente a Burke, sus emociones nunca serían simples ni corrientes? Tampoco deseaba que lo fueran. Aun así, le habría gustado poner la mano sobre la suya, oír alguna palabra que le diera pie a confesar la profundidad de sus sentimientos y cuánto estaba dispuesta a darle. Pero no solo contaba su corazón. También contaban su orgullo y su carácter. Debía ser realista y comprender que porque lo amase, él no tenía por qué amarla igualmente.

De modo que Erin siguió callada mientras traspasaban la entrada de la granja.

¿Por qué sentía como si su vida acabara de cambiar irremisiblemente? Burke vio las luces de la casa, a lo lejos, y se tensó como si se dispusiera a recibir un golpe. La deseaba. Y si la necesidad que sentía era mayor de lo que estaba dispuesto a admitir, quedaría saciada, al menos por aquella noche.

Erin no había dicho una sola palabra. Los nervios de Burke estaban próximos al punto de ruptura mientras tomaba la primera curva del camino de entrada.



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