Romance de ciego by Ángeles de Irisarri

Romance de ciego by Ángeles de Irisarri

autor:Ángeles de Irisarri [Irisarri, Ángeles de]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2005-02-28T16:00:00+00:00


16

Como no hubo medio ni manera de ir a París con los contertulios de Gambrinus a presenciar el espectáculo de la Bella Otero, que triunfaba en el Folies, Luis fue a darse un garbeo por Madrid.

—¿A echar una cana al aire? —le preguntó su socio.

—A lo que se tercie, porque a mí no me va lo de hoy una, mañana otra… Tuve gonorrea…

—¿Entonces, vas a volver llamar a la puerta de la Melero?

—Me voy por no oír a Cósima…

—Pero si no habla.

—Ése es el problema, que no habla y me pone negro. Un día estallaré y la emprenderé a bofetadas con ella y con su madre, que le consiente todo.

—Antes de repartir tortas, habla con ellas.

—¡Calla, maldita sea, que pareces la voz de mi conciencia!

Y llegó el banquero a la capital y se hospedó en el Malasaña, un hotel de lujo, y, antes que nada, se encaminó a la calle de Velázquez, 66, a casa de Flora, subió al tercero izquierda, llamó a la puerta y le abrió una anciana:

—¿Qué desea?

—Busco a Flora Melero.

—La anterior inquilina de este piso se mudó…

—¿Adónde?

—No lo sé. Adiós.

La anciana le dio con la puerta en las narices, y descendía Luis las escaleras cuando se topó con el coronel Pérez-Latón, que, como si fuera el jefe de los «guindillas» de la Villa y Corte, le preguntó de mala manera, como él hablaba:

—¿Dónde va usted?

—He ido a casa de la viuda de Melero al tercero izquierda, la actual inquilina me ha dicho que se mudó, ¿sabe usted dónde vive? Soy Luis Arriazu, tenga mi tarjeta.

El coronel se acercó el monóculo al ojo y leyó: «Luis Arriazu, socio fundador de la Banca Arriazu y Maestro…», y cambió el talante:

—No debería darle razón de esa mala mujer, que a más de descarada…

—Le invito a comer en el Gallego, está aquí cerca, así hace usted memoria.

—¿Me invita usted a comer?

—Sí, señor.

—Vamos, pues. Soy el coronel don Antonio Pérez-Latón, del regimiento de húsares de la Princesa…

Y Arriazu, tras oír las glorias militares del coronel y de su regimiento desde su fundación, de escanciarle vino para que su interlocutor soltara la lengua y pagar la cuenta, consiguió saber que Flora vivía por las calles de la plaza Mayor.

Cogió un simón que le dejó en el arco de Cuchilleros y comenzó a preguntar por Flora Melero, pero, como el personal no la conocía, interpeló a los chiquillos de este modo:

—Mira, chico, busco a una mujer que se llama Flora, es cantante, culiprieta y de tetas grandes, si me dices dónde vive, te daré una peseta.

Pero ni dando una peseta ni dos, que iba a resultarle costoso encontrarla, tanto, ay, que cundía la Melero en cualquier lugar donde estuviere. Y, cansado ya, envió a varios chicuelos por colmados y tabernas, previo pago de un real y con promesa de tres, hasta que regresó el botones de la pañería de Pérez y Camacho —como llevaba bordado en su bonete— con noticias de que la que buscaba vivía en la Cava Baja de San Miguel, a unos pasos de donde estaba el banquero.



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