Retrato de un asesino by Patricia D. Cornwell

Retrato de un asesino by Patricia D. Cornwell

autor:Patricia D. Cornwell [Cornwell, Patricia D.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Histoire, Essai, Policier
publicado: 2003-03-31T22:00:00+00:00


Estimado señor:

Estaré en Whitechapel el 20 del corriente… y comenzaré una tarea delicada a eso de medianoche, en la misma calle donde ejecuté mi tercer examen del cuerpo humano.

Suyo hasta la muerte,

Jack el Destripador

Atrápenme si pueden

P.D. [posdata situada en la parte superior del pliego]: Espero que pueda leer mis palabras, y lo pondré todo por escrito, sin dejarme nada. Si no puede ver las letras, hágamelo saber y las haré más gandes.

Escribe mal «grandes», cosa que sólo haría un analfabeto, y yo no creo que esta ostensible incoherencia en una carta semejante fuese un accidente. Sickert estaba jugando, demostrando lo «imbécil» que era la policía. Un investigador astuto se habría preguntado por qué alguien que escribe como es debido «ejecuté» y «examen» iba a cometer un error ortográfico en la sencilla palabra «grande». Pero ciertos detalles que ahora parecen evidentes podrían serlo gracias a las ventajas de la visión retrospectiva y el análisis de los expertos en arte. El único artista que vio las misivas en aquellos tiempos fue el que las redactó, y muchas no son cartas, sino diseños profesionales, obras de arte que deberían enmarcarse y exponerse en una galería.

Sickert debió de pensar que no había motivos para temer que la policía observase o cuestionase el trabajo artístico de aquellas misivas provocadoras, violentas y obscenas. O acaso intuyó que, incluso si un investigador inteligente como Abberline reparaba en el carácter extraordinario de una carta, ésta no lo conduciría hasta el número 54 de Broadhurst Gardens. Al fin y al cabo, los policías eran «idiotas». Como solía decir, la mayoría de la gente era tonta y aburrida.

No existía nadie tan brillante, inteligente, astuto o fascinante como Walter Sickert, ni siquiera Whistler u Oscar Wilde, con quienes no le gustaba competir en las cenas y demás reuniones. Sickert no acudía a una fiesta a menos que estuviera seguro de que iba a ser el centro de atención. No dudaba en admitir que era un «esnob», y dividía al mundo en dos clases de personas: los que estaban interesados en él y los que no. Como es típico de los psicópatas, Sickert pensaba que ningún investigador estaba a su altura y, también al igual que estas personas aterradoras y sin conciencia, su pensamiento delirante lo llevó a dejar más pistas de las que probablemente imaginara.

Las localidades lejanas que figuraban en algunas cartas del Destripador contribuyeron a afianzar la opinión de que las cartas no eran sino bromas. La policía carecía de motivos para creer que un asesino del East End pudiera estar un día en una ciudad y en otra al siguiente. Al parecer, nadie consideró la posibilidad de que el Destripador se trasladase de un sitio a otro, o de que hubiera una relación entre aquellas ciudades.

Muchas estaban en el programa de giras de la compañía de teatro de Henry Irving, que se publicaba a diario en los periódicos. En primavera y en otoño, la compañía de Irving actuaba en ciudades con tradición teatral, como Glasgow, Edimburgo, Manchester, Liverpool, Bradford, Leeds, Nottingham, Newcastle y Plymouth, por mencionar sólo unas pocas.



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