Reto 48 by A.J. García

Reto 48 by A.J. García

autor:A.J. García
La lengua: eng
Format: epub
editor: A.J. García


9

—¿Qué hicieron ayer? —interrogó su madre durante el desayuno.

—Salí con Everardo —contestó Adee.

Fernando se quedó callado mientras meditaba una respuesta, o más bien, mientras intentaba evadir la pregunta.

—¿Y tú hijo? —repreguntó Sofía.

Él masticó lentamente para ganar tiempo.

<< ¿Por qué no pensé antes en inventar una historia creíble? >>.

De pronto, como un salvavidas, su padre llegó al comedor.

—¡Buenos días a todos! —saludó con prisa.

—¿Ya te vas? —preguntó su esposa, sorprendida.

—Ya se me hizo tarde —Observó el café y la mesa servida como si estuviera considerando quedarse, pero no—… Creo que pediré algo de comer en la oficina.

—Está bien —Bajó su cabeza, ya estaba acostumbrada a sus rápidas despedidas matutinas.

Jorge tomó su gabardina y se despidió de su familia. Los ojos de todos lo siguieron como de costumbre.

—¿Y tú qué hiciste, mamá? —preguntó Adee.

—Lo de siempre —cruzó sus dedos casi frente a su rostro, estaba muy sensible ese día—…; pero tu hermano no nos ha dicho qué hizo —recordó.

—… ¡Ah! Salí con un amigo.

—¿Con quién?

—Miguel.

—¿Lo conocemos?

—Lo conocí hace poco en una reunión… Adee también lo conoce.

Su hermana asintió con la cabeza mientras los escuchaba. Le sorprendió escuchar eso ya que su hermano había mostrado una especial aberración por él –¿y ahora eran amigos?–.

—¿Y de dónde es? —prosiguió Sofía con el interrogatorio.

—No sé dónde vive —en realidad no quería dar mucha información—, pero asiste a la universidad con nosotros. Está haciendo su maestría.

—¡Oh! Eso es bueno. Deberías de invitarlo alguna vez. Es bueno tener ese tipo de amistades. Qué bueno que empieces a ampliar tu círculo social. Eso es importante, las relaciones.

<<Si supieras quién es no dirías eso>>, pensó arrepintiéndose de haberle dado entrada.

La plática continuó, muy a su pesar, durante un tiempo. Todo lo que quería era terminarse su desayuno y continuar su día. Tuvo que inventar algunas otras mentiras que quien sabe si recordaría después. Cuando salió de aquella apremiante situación, regresó a su recámara; su madre, como siempre, reactivó su rutina diaria y compromisos sociales; Adee alcanzó a su hermano, se sentía más tranquila que en la última discusión.

—¿Y mamá? —preguntó él.

—Salió, ya sabes —se tiró en la cama junto a Fernando. Los dos miraron hacia el techo divagando en sus propios problemas—. ¿Por qué no me dijiste que fuiste a ver a Miguel?

—Mmm, no le vi la importancia.

—Pudiste haberme invitado —señaló pícaramente.

—¿Invitarte? —Giró su cabeza para mirarla—. ¿Para qué…? ¿Acaso te gusta Miguel? —sospechó.

Ella no contestó, sólo sonrió mordiéndose el labio como una niña traviesa, eso no le costaba mucho trabajo.

—… ¡Ni se te ocurra fijarte en ese cabrón!, ¡no sólo por Everardo!, ¡por ti! —le advirtió enojado.

—¿Qué tendría de malo? —preguntó intrigada con toda razón, ella no estaba enterada de nada.

Fernando tuvo que pensar atropelladamente.

—… ¿Además de que eres la novia de mi mejor amigo…? —Hizo una pausa tratando de encontrar otra razón mayor—… Ese güey no te conviene —Regresó su mirada al techo.

—Apenas lo conoces y ya dices que no me conviene… ¿Hay algo que no sepa o sólo son celos de hermano mayor?

—… Créeme, ayer conocí lo suficiente de él para saber que no es una buena persona.



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