Relatos científicos by Charles Howard Hinton

Relatos científicos by Charles Howard Hinton

autor:Charles Howard Hinton [Hinton, Charles Howard]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Relato, Fantástico, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 1903-12-31T16:00:00+00:00


Capítulo cuarto

Cuando el rey advirtió que los habitantes del valle se parecían cada vez más a los seres humanos que había conocido, comprendió que estaba solo y deseó tener contacto con ellos. Pero cuando compareció ante ellos le reconocieron en seguida como alguien más poderoso que ellos mismos, y tuvieron miedo de él. En su alarma intentaron ponerle las manos encima. Entonces el rey, para impedir sus ataques, retiró su continuo sostén del excedente de dolor de todas sus acciones, y los atacantes cayeron en la apatía, convirtiéndose de nuevo en los niños que había encontrado al principio. Un horrible rumor se esparció entre los habitantes del valle acerca de un espantoso ser surgido entre ellos, que sumía en el letargo y la muerte a todo aquel que le mirase. Por eso, el rey dejó de andar entre ellos. Sin embargo, había pasado tanto tiempo desde que oyó por última vez el sonido de una voz, que deseaba compañía. Buscó de nuevo al anciano, y, deteniéndose en el borde de la sima, le llamó.

El anciano apareció.

—¿Estás cansado, ¡oh rey!, de tu tarea? —dijo.

—No —replicó el rey—. Pero deseo darme a conocer a la población, a fin de hablar con ellos y ellos conmigo.

El anciano le sugirió que entregara alguno de sus rayos a uno de estos seres, quien de esta forma, y dada su capacidad para soportar dolor por cuenta ajena, sería como el rey y le entendería.

El rey inspeccionó todo el valle y entre todos sus habitantes encontró uno física y mentalmente más perfecto. Era hijo de un rey, destinado a su vez a reinar sobre una numerosa población. El rey le dio alguno de sus rayos, los cuales se transmitieron del príncipe al resto.

Inmediatamente el príncipe se despertó, como si saliera de un sueño. Comprendió la existencia y vio que en realidad el dolor y el placer estaban equilibrados. Constatado esto, y conociendo el poder de los rayos, así como la facultad que tenía, si asumía dolor, de hacer que los demás superaran el placer y el dolor, y despertaran de su apatía, el príncipe exclamó:

—En el valle una cosa sucede a la otra; el dolor sigue al placer, y el placer al dolor. Pero la causa de toda existencia radica en soportar dolor. Por tanto busquemos un final a este espectáculo. Imploremos para ser liberados, pues, al cesar el dolor, podremos finalmente pasar a la nada.

Así el príncipe, sabiendo que la causa de la existencia era el dolor, comprendió vagamente que el rey lo soportaba; y, advirtiendo el arduo esfuerzo de usar los rayos para debilitar la estructura de los habitantes, deseó ardientemente el fin de la existencia.

Con todo, sus actos fueron siempre nobles, y pasó de tribu en tribu, soportando las cargas y provocando la actividad de los durmientes.



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