Reinos Olvidados - La Guerra Reina Araña 4 by Smedman Lisa

Reinos Olvidados - La Guerra Reina Araña 4 by Smedman Lisa

autor:Smedman Lisa [Lisa, Smedman]
La lengua: spa
Format: epub
publicado: 2011-07-13T05:00:00+00:00


_____ 19 _____

Cuando una docena de sacerdotisas se llevó los cuernos a los labios para señalar el inicio de la cacería nocturna, Halisstra sintió que un escalofrío le recorría el cuerpo. En parte era el frío. El viento arreciaba y unos copos de nieve empezaban a caer. Al igual que las demás, no llevaba nada, salvo una pesada cadena de plata en la cintura, unida al disco con el símbolo de Eilistraee.

Echó la cabeza atrás y se llevó el cuerno de caza a los labios, mientras miraba la luna. Inspiró con fuerza y sopló, añadiendo la voz chillona de su cuerno a las demás. Hubo una explosión de arrebatados sonidos mientras cada uno de los instrumentos encontraba la nota y la sostenía en perfecta armonía con los demás. El aire tembló, y luego se calmó durante unos momentos. Entonces el viento se recrudeció, batiendo las ramas de los árboles.

Como si la diosa le diera una señal, interrumpió la nota justo en el momento en que las otras mujeres lo hacían. Bajó el cuerno y miró, expectante, mientras la cabecilla de la cacería --Uluyara, la drow que había matado al troll la noche anterior-- arrancaba del suelo la espada alrededor de la que habían estado bailando un momento antes. La mantuvo extendida ante ella, mientras giraba despacio.

Al igual que Uluyara, el arma de Halisstra era una espada: la de Seyll. Su mano agarraba la empuñadura con fuerza, cubría todos menos uno de los agujeros. A través de él soplaba el viento, produciendo una nota débil e insistente.

Feliane, que se había mantenido cerca de Halisstra durante toda la danza, cruzó una mirada con ella.

--Úsala bien --dijo, señalando la espada con un gesto de la cabeza. La elfa de la luna se había teñido la piel, una vez más, como preparación para la cacería nocturna. Era demasiado pequeña y de rostro inocente para que alguien la tomara por una drow a corta distancia, en especial por el pelo castaño. No obstante, Feliane agarraba la espada como quien sabía esgrimirla.

--¿Qué cazamos? --susurró Halisstra.

--Cualquier monstruo que Eilistraee ponga en nuestro camino --respondió Feliane, con una sonrisa enigmática en los labios.

Uluyara empezó a girar más rápido. La espada relucía bajo la luz de la luna mientras daba vueltas en círculos cerrados: una, dos, tres veces..., entonces se detuvo con una sacudida, la espada vibraba.

--¡En esa dirección! --gritó.

Como un lagarto cazador desatado, corrió hacia los bosques.

Una oleada de excitación barrió a Halisstra mientras saltaba para seguir a la suma sacerdotisa. Las demás hicieron lo mismo. Halisstra vio a Feliane detrás de ella, corriendo, los ojos anhelantes y luminosos. Acuciada por una emoción que en parte era júbilo, en parte deseo, Halisstra avanzó entre los árboles. Saltaba sobre troncos manchados por la nieve y helechos, y se abría paso con los hombros entre ramas cuyas agujas de pino le arañaban la piel. Corrió, siguiendo a las demás por un barranco. Al llegar al fondo chapoteó en un arroyo ancho, el hielo cubría las piedras del río bajo sus pies.



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