Reina del grito by Desirée de Fez

Reina del grito by Desirée de Fez

autor:Desirée de Fez [Fez, Desirée de]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Cinematografía
editor: ePubLibre
publicado: 2020-01-01T00:00:00+00:00


11

¿Quién puede matar a un niño?

MIEDO A EXPLOTAR

—Carlo, ¿quieres salir del lavabo?, —le pregunté unos tres cuartos de hora después de que hubiera entrado. Sabía que estaba bien, al menos que seguía vivo, porque le oía toser y abrir el grifo de vez en cuando.

—No —me contestó con un chorro de voz prácticamente imperceptible.

—Sal, en serio, que estoy bien.

—No, algo va mal. Tenemos que ir a urgencias. Si salgo, vamos a urgencias.

—¿Pero cómo vamos a ir a urgencias porque el bebé se mueva? Van a pensar que estamos locos. Además, es supertarde y hace mucho frío —le calmé sentada en el suelo del pasillo.

Eran casi las doce de la noche de un domingo de mediados de diciembre, y las temperaturas se habían desplomado de golpe.

—No, vamos a mis urgencias. A las mías. Al ambulatorio de Manso. En serio, me encuentro fatal —me contestó.

Al segundo le oí vomitar.

Mi novio nunca sintió una fascinación especial por mi barriga durante mis embarazos, no tenía la necesidad de acariciarme el vientre de forma compulsiva. Nunca me supo mal. Al contrario, fue liberador. Me inquieta la gente que toca la panza de las preñadas para que les dé buena suerte. Y lo hacen aún más las parejas que dejan testimonio gráfico de esa atracción con un clásico de la fotografía hortera: el posado sin camiseta abrazando por la espalda el vientre de la embarazada. Pero, unos días antes de tener a Elliott, cuando más espectaculares eran sus patadas, le pedí a Carlo que mirara un momento mi barriga. Había pasado de poner, meses atrás y por sugerencia mía, la mano en mi panza para sentir cómo se movía el bebé (y probablemente simular que lo había notado sin que fuera verdad) a ver un vientre con vida propia que se meneaba como si hubiera una fiesta dentro y del que parecía que iba a salir un puño ensangrentado de un momento a otro. Nunca pensé que le impresionaría tanto. De haberlo sabido, le habría ahorrado el mal trago del baño. También el del ambulatorio… porque allí acabamos, yo con el abrigo encima del pijama y él con un diazepam debajo de la lengua.

—¿Estás mejor?, —le dije al verle salir del box, blanco como la pared.

No tenía buena cara pero, aunque fingí preocupación en ese momento, media hora después de que le llamaran por megafonía, yo ya había pasado a la siguiente pantalla y estaba inmersa en un nuevo drama. Estaba aterrorizada por la posibilidad de que mi bebé hubiera absorbido todos los virus de la sala de espera.

—Yo sí, solo cansado. Pero tú no —me contestó nada más verme la cara—. ¿Qué te pasa?

—Que tendría que haberte esperado fuera —le contesté llorosa, crujiéndome los nudillos.

—¿Pero cómo fuera? Pero si hace un frío que te mueres.

—Ya, pero la sala de espera era un cuadro. Había una mujer con una tos de perro horrible y ahora me da miedo haber pillado algo. ¿Qué hago? ¿Pido que me vean ya que estamos aquí? ¡No puedo tomar nada estando embarazada! Joder, qué mal.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.