Regálame tus besos by Elizabeth da Silva

Regálame tus besos by Elizabeth da Silva

autor:Elizabeth da Silva
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Romántico
publicado: 2015-06-01T22:00:00+00:00


Capítulo 12

Después de una mañana intensa, al fin estaba descansando en el hotel. Lo poco que había visto de Creta había sido impresionante. Según les había explicado el guía, era una de las islas más grandes de Grecia y el puerto antiguo estaba resguardado por una fortaleza veneciana. El puerto moderno era el que daba la bienvenida a todas las embarcaciones de gran tonelaje y calado que entraban a Heraclión, la capital de la isla.

Tenían programadas varias excursiones por los lugares más importantes, además de los paseos por las numerosas plazas y las calles anchas y empedradas de la ciudad, con sus edificios de no más de tres plantas y sus balcones con vistas al mar.

Antes de salir con el grupo, Sofía aprovechó para llamar a sus hijos y a sus padres; charló con todos un poco y, al colgar, no pudo dejar de pensar que había notado a su madre inquieta. Después de darle vueltas al tema, pensó que eran imaginaciones suyas y se fue a ducharse para bajar arreglada a la recepción del hotel.

El grupo fue llevado a visitar el museo arqueológico, que albergaba joyas y frescos de la cultura minoica; luego fueron al museo histórico y Sofía admiró maravillada la obra Vista del monte Sinaí del pintor Doménikos Theotokópoulos, conocido como el Greco.

Visitaron la catedral de San Menas y la iglesia de Santa Catalina. Fue un primer día agotador y lleno de experiencias inolvidables.

—Te veo cansada —le comentó Ricardo cuando cenaban en el hotel.

—Sí, no dormí bien anoche y el día ha sido extenuante —confesó, recordando lo vivido en la intimidad de su camarote.

—Mañana por la tarde, cuando regresemos de Knossos, me gustaría que me acompañaras a las oficinas que tenemos en la ciudad; entregaré un informe que ya he terminado, pero será un momento y luego podremos pasear y tomar un aperitivo en alguna terraza. ¿Te apetece?

—Sí, me encantará acompañarte.

Continuaron cenando y hablando con el resto del grupo sobre todo lo que habían visitado en la excursión, intercambiando comentarios sobre lo que más les había gustado hasta el momento.

Una llamada sacó de un duermevela a Leonardo, que se incorporó un poco aturdido y se sentó en el sofá; luego contestó al móvil.

—Hola, papá, ¿qué tal todo?

—Bien, te llamaba para preguntarte qué tal el viaje. ¿Lo has encontrado todo en orden?

—Sí, todo correcto; espero resolver el resto mañana y, si puedo, regresar por la noche o a primera hora del día siguiente.

—Tu madre te manda besos y quiere que le traigas algo.

—Dile que cuente con ello y que descanse.

—Te paso con tu hermana, quiere saludarte. Un beso, hijo.

—Otro para ti.

—Hola, hermano mayor, ¿cómo estás?

—Bien, hermana pequeña. ¿Y tú y tus fieras?

—Molestas contigo. Tanto tus sobrinas como yo estamos muy enfadadas porque no vienes a vernos.

—Lo sé, pero últimamente no soy buena compañía.

—¿Sabes? No te reconozco. Eres un hombre que nunca tira la toalla, que lucha por lo que quiere y no se hunde… En cambio, te veo cabizbajo y creo que te has dejado vencer sin luchar —comentó Laura con la sinceridad que siempre la caracterizaba.



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