Quijote Z by Gonzalez Hazael G

Quijote Z by Gonzalez Hazael G

autor:Gonzalez, Hazael G. [Gonzalez, Hazael G.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Humor, Sobrenatural, Zombis
publicado: 2010-01-01T00:00:00+00:00


Capítulo XIII: De la jamás vista ni oída aventura de zombis que con más poco peligro fue acabada por famoso cazador de no-muertos en el Mundo, como la que acabó el valeroso zombificado don Quijote de la Mancha

—?No es posible, señor mío, sino que estas yerbas dan testimonio de que por aquí cerca debe de estar alguna fuente o arroyo que estas yerbas humedece; y así, será bien que fuéremos un poco más adelante, que ya toparemos donde podamos mitigar esta terrible sed que nos fatiga, que, sin duda, causa mayor pena que el hambre.

Le pareció bien el consejo a don Quijote, y, tomando de la rienda a Rocinante, y Sancho del cabestro a su asno, después de haber puesto sobre él las sobras que de la cena quedaron, comenzaron a caminar por el prado arriba a tiento, porque la oscuridad de la noche no les dejaba ver cosa alguna; mas, no hubieron andado doscientos pasos, cuando llegó a sus oídos un grande ruido de agua, como que de algunos grandes y levantados riscos se despeñaba. Les alegró el ruido en gran manera, y, parándose a escuchar hacia qué parte sonaba, oyeron a deshora otro estruendo que les aguó el contento del agua, especialmente a Sancho, que naturalmente era medroso y de poco ánimo. Digo que oyeron que daban unos golpes a compás, con un cierto crujir de hierros y cadenas, que, acompañados del furioso estruendo del agua, que pusieran pavor a cualquier otro corazón que no fuera el de don Quijote.

Era la noche, como se ha dicho, oscura, y ellos acertaron a entrar entre unos árboles altos, cuyas hojas, movidas del blando viento, hacían un temeroso y manso ruido; de manera que la soledad, el sitio, la oscuridad, el ruido del agua con el susurro de las hojas, todo causaba horror y espanto, y más cuando vieron que ni los golpes cesaban, ni el viento dormía, ni la mañana llegaba; añadiéndose a todo esto el ignorar el lugar donde se hallaban. Pero don Quijote, acompañado de su intrépido corazón, saltó sobre Rocinante, y, embrazando su rodela, terció su pica y dijo:

—Sancho amigo, has de saber que yo nací, por querer del Cielo, en esta nuestra edad de hierro, para resucitar en ella la de oro, o la dorada, como suele llamarse. Yo soy aquél para quien están guardados los peligros de los no-muertos, las grandes hazañas contra los zombificados, los valerosos hechos a favor de quienes son perseguidos por los odiosos muertos vivientes. Yo soy, digo otra vez, quien ha de resucitar el espíritu que animó a los Cinco de la Cabaña y a los Seis y Un Medio de la Casa, con toda la caterva de los famosos cazadores de zombis del pasado tiempo58, haciendo en este en que me hallo tales grandezas, extrañezas y hechos de armas, que oscurezcan las más claras que ellos hicieron. Bien notas, ayudante fiel y leal, las tinieblas de esta noche, su extraño silencio, el sordo y confuso estruendo de estos árboles,



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