Quién como Dios by Eladia González

Quién como Dios by Eladia González

autor:Eladia González [González, Eladia]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Realista
editor: ePubLibre
publicado: 1997-12-31T16:00:00+00:00


DE LAS CONFESIONES

—A usted bien que le consta padre, hace cuánto tiempo que le vengo yo diciendo que la Concha esa no era de fiar. A ver, ¿por quién sino por ella iba a saber Luis lo de mi rabadilla azul? No sería por boca de mi nana. Como yo le dije a mi nana entonces: ¿Fuiste tú la que le llevó el chisme a Luis? No, ¿verdá? Y se quedó callada padre, no halló ni qué contestarme. No, si no soy tan chambona como se figuran. Seguro que fue Concha la que se lo dijo. Porque lo que es que a mí, Luis nunca me ha visto sin mi camisón. Y no dudo ni tantito que ya ande yo en boca de la ranchería: «la patrona tiene la rabadilla azul, la patrona tiene la mancha del indio» y no está uno pa darle cuentas a nadie, decirles que fue por culpa de un eclipse que ni entienden lo que es eso. Le puedo asegurar que el templo de mi cuerpo sigue oculto. Luis no me ha visto completa desde el día que llegué a la hacienda. De eso ya hizo casi dos años padre, verá usted: nueve meses del amarillito, uno de puerperio y seis del que ya me está pateando en la panza, qué barbaridad padre, hace casi dos años que salí de San Miguel, dos años que no veo a mi familia y que solo sé d’ellas por carta; eso sí, me escriben seguido padre, figúrese que acabo de recibir una carta de mi mamá donde me cuenta que mi tía Lola recién tuvo una niña. ¡Ay, padre! Mi tía Lola con sus treinta años encima, vieja como señora Santa Ana, sin que sea falta de respeto, ¿haber tenido un hijo a su edad? Y a mí, con lo joven que soy y ya se me murió uno. Dígame usted padre, a los niños que se les mueren sus madres se les llama huérfanos, pero a las madres que pierden un hijo, ¿cómo se les llama padre? Debe ser un nombre tan terrible que no sale en los libros de gramática, ¿lo conoce usted? Pos con ese nombre impronunciable me sentí marcada hasta orita que de nueva cuenta ya estoy encinta. Mire, mire usted mi brazo, cómo se me pone la carne de gallina. Le digo que nomás de pensarlo me pongo chinita, ¡y eso si no les parece injusto padre! Una muchachita inocente como lo era yo, llegando a casa extraña, pasar humillaciones con un señor extraño, y p’acabarla de amolar haberme tocado la suegra en memento moris. De por sí que no está uno impuesto a los deberes del matrimonio, no sabe uno nadita de nada de lo que va a acontecerle y ¡ánimas que mi primera noche pasó rapidito! Nomás de acordarme. Entonces estaba yo rete mensa, figúrese que pensaba yo que con una sola vez ya se tenía, no sabía yo lo que me esperaba. Ha usted de saber que hasta me alegré de que mamá María se agravara esa mera noche.



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